es una lástima que las lluvias de hace unos días, que bañaron con gana toda la península, al final hayan sido un tanto rácanas con nuestro campo cartagenero que tan necesitado está del líquido elemento. Las precipitaciones dejaron una decena de litros por metro cuadrado y tan exiguo riego soluciona solo un "rato" la eterna sequía que padece nuestra tierra. Echando la vista atrás, sin pensarlo mucho, no sabría decir cuándo fue la última vez que llovió aquí con intensidad; no obstante, recuerdo que durante la Semana Santa pasada no les cayó ni una gota a los marrajos; y que la lluvia tampoco acudió a su cita anual con las fiestas de Carthagineses y Romanos.

Pero el caso es que el pasado 30 de septiembre se cerraba en España el año hidrológico 2015-2016 y, según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, el volumen total de agua de los embalses españoles ascendía a 28.749 hectómetros cúbicos (hm3); es decir, el 51,4% de su capacidad (55.981 hm3) y ha disminuido un 0,8% con respecto al año anterior. Para concretar más, y según la misma fuente, la Cuenca Hidrográfica del Segura con una capacidad de almacenamiento de 1.141 hm3, finalizó el periodo con solo 267 hm3 (el 23,4%), cifra inferior a la del pasado año, que concluyó con 475 hm3. (41,6%): muy lejos de la media regional de los últimos 5 años (606 hm3). Por otro lado, destacar que nuestros "solidarios" vecinos, me refiero a los de la cuenca del Tajo, mantienen una capacidad de almacenamiento de 11.012 hm3, 10 veces más que nosotros, y cerraron el año al 51,51% de su capacidad con unos 5.673 hm3. Como es sabido, el organismo que gestiona la cuenca del Segura es la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) que, por cierto, el pasado 26 de agosto cumplía 90 años como entidad defensora de nuestros intereses hídricos. Esta misión, sin duda, es ardua y difícil puesto que el sureste Ibérico, desde tiempos inmemoriales, se caracteriza por ser una región semiárida abocada a luchar contra las sequías.

No podemos olvidar que entre los siglos XVII a XIX, entre los recursos que tenía el Consistorio cartagenero para tratar de hacer frente a los densos periodos de sequía, se encontraba el organizar rogativas a los santos o a la Virgen del Rosell, en un primer momento; y a la Virgen de la Caridad a partir de su llegada a la ciudad en 1723; de hecho, la falta de agua influyó de forma determinante en que, con el tiempo, la Caridad se convirtiera en Patrona de la Villa por devoción popular. Hay documentos que abalan las manifestaciones religiosas, en forma de procesiones y rogativas, durante las sequías de 1605, 1611, 1789 y 1821, entre otras.

Así pues, cuando se acaben los 60 hm3 autorizados por el Gobierno hace unos días y que llegarán de aquí a diciembre -procedentes de esos 5.673 hm3 de la cuenca del Tajo y con protestas de los manchegos-, de continuar con la ausencia de ese «besar azul que recibe la Tierra», como llamaba Federico García Lorca en sus versos a la lluvia, lo mismo no es tan mala idea que nuestro querido Alcalde organice alguna rogativa o incluso una procesión.