La pérdida de bienes culturales es noticia triste, que empobrece a la población en la que se ubicaba. La merma de cualquier tipo de patrimonio rompe con la línea temporal que une a los actuales moradores con sus antecesores. El olvido de nuestra historia provoca la desradicación de la sociedad y causa la inestabilidad resultante de la pérdida de sus raíces. De igual manera abre el paso a posibles falsas interpretaciones, habitualmente mitificando el pasado, idealización empleada para manipular, ya que necesitamos identificarnos con el grupo y su pasado.

Se han puesto de moda ciertas series televisivas, en las que se describe una España de primeros de siglo XX, en la que existía una burguesía, identificada con la actual clase media, que acudía de etiqueta a multitud de fiestas, transportados en sus flamantes automóviles, que disfrutaban de un nivel de bienestar equiparable al que disfrutamos hoy en día. Pero esto no deja de ser una idealización de nuestro pasado. Hasta hace bien poco, el habitual medio de transporte en nuestro país era el que empleaba la tracción animal, en el mejor de los casos se podía acceder a transportes colectivos; tartanas y tranvías, una cercana época en la que la inmensa mayoría de los hombres poseían dos camisas; la de diario y la de los domingos. Así que ni hablar de smoking.

Pero también puede ocurrir lo contrario, que la desaparición de una tradición provoca el total olvido, o en el mejor de los casos, el desprecio que origina en la memoria colectiva lo ajado.

En el año 1887 se comienza a celebrar en el muelle del puerto de Cartagena la feria en honor a la Virgen del Carmen y Santiago, es entonces cuando se empieza a considerar ésta como la fiesta de nuestra ciudad. Años más tarde se completó con actividades como; juegos florales, fuegos artificiales, batalla de flores y la Velada Marítima.

Tras muchas vicisitudes, a finales del siglo XIX, es la Velada Marítima, en la que participaban el Ayuntamiento y diferentes empresas privadas, la que se convierte en la imagen principal de las fiestas. Barcazas decoradas e iluminadas que surcaban las aguas del puerto. Tras un periodo final de decadencia, y provocado por el desastre del hundimiento de la barcaza Río Tajo, se suspendió hasta la fecha. La Velada Marítima de Cartagena era el nexo de una ciudad, que se desarrollaba de espaldas al mar, con su dársena. Conexión que no se recuperó hasta la remodelación de las instalaciones portuarias de principios del siglo XXI.

«Una tradición verdadera no es testimonio de un pasado caduco; es fuerza viva que anima e informa el presente. Lejos de implicar la repetición de lo que fue, la tradición supone la realidad de lo que perdura€Un patrimonio que se recibe a condición de hacerlo fructificar antes de transmitirlo a los descendientes». Igor Stravinski, Poética musical. París, 1952.

Es evidente que la memoria promueve un lazo de identificación entre los miembros de un grupo con su pasado colectivo, la memoria permite crear una imagen del pasado que corresponde a las señas identitarias que conforman el presente. A través, entre otros, de los bienes tangibles e intangibles, de carácter relevante. Nos define, identifica al grupo, nos ubica en el colectivo, con un anclaje en el pasado y un referente en el presente. Por tanto, la pérdida de acervo cultural, como la Velada Marítima de Cartagena, nos hizo más pobres a todos.

Posiblemente ya sea tarde para recuperar nuestra Velada Marítima, ya que como pasa con cualquier otro patrimonio inmaterial, una vez perdida la linealidad temporal, es imposible la reconstrucción, pues aunque formalmente podrían realizarse actuaciones muy similares, el fondo, el espíritu se perdió conjuntamente con el original. Por tanto nos limitaríamos a recrear un decorado carente del sentido original, una copia sin el alma que animó la actuación en su desarrollo.