El puerto por el que desembarcaron la armada cartaginesa o las legiones romanas que fundaron Cartago Nova lo tenemos a un paso, en la calle más emblemática de nuestra ciudad, bajo los cimientos de un no menos emblemático edificio, la Casa Llagostera de nuestra querida y tan frecuentada por todos calle Mayor. Admito mi ignorancia, porque el hallazgo me ha pillado completamente por sorpresa. Lo que sí esperaba es que una vez conocimos el nuevo tesoro arqueológico, se tomaran las medidas para recuperarlo y adecuarlo para el disfrute de todos. Afortunadamente, tanto la consejería de Cultura como el Ayuntamiento parecen estar de acuerdo en conservarlo y potenciarlo y se acaba de ordenar la protección inmediata del yacimiento. También es de resaltar que los promotores que acometen la rehabilitación del edificio hayan respetado escrupulosamente las leyes y hayan contado con un arqueólogo que, como debe ser, no sólo ha comunicado el hallazgo, sino que no duda en destacar su singularidad y excepcionalidad, porque todo apunta a que se trata de la única infraestructura portuaria de época romana descubierta en nuestro país. Me pregunto si en todas las obras que se han llevado a cabo en nuestro casco antiguo se ha trabajado con el mismo respeto y profesionalidad.

Este nuevo descubrimiento refuerza la importancia de nuestra ciudad hace dos mil años, pero también se convierte en una oportunidad más para seguir engrandeciéndola en la actualidad. Siento un gran orgullo cuando amigos y conocidos que han visitado Cartagena en los últimos años me comentan sin necesidad de interrogarles que está muy bonita, que les ha sorprendido y que volverán, porque les ha faltado tiempo para verlo todo y se han quedado con ganas de más.

Sus reflexiones me hacen ser consciente de que, si bien queda mucho por hacer en zonas que están muy degradadas, puedo presumir de que mi tierra está llena de tesoros: el recuperado Palacio Consistorial que tanto impacta a quienes llegan por el muelle; el espectacular Teatro Romano y su museo, batiendo récords año tras año; el Museo Naval con un lugar de honor para el primer sumergible de la historia, el submarino Peral; el Arqua con sus miles de monedas y otras riquezas extraídas del pecio más mediático de principios de este siglo, el Nuestra Señora de las Mercedes; los centros de Puerto de Culturas que permiten ver cómo eran una casa, unas termas o un templo romano y también caminar sobrecogido por los túneles donde nuestros antepasados se refugiaban de los bombardeos de la Guerra Civil.

Un simple paseo por el centro urbano admirando la belleza de las fachadas de los múltiples inmuebles y palacios modernistas satisface a quienes nos visitan. Y a mí, como supongo que a muchos de ustedes, me enorgullece.

Además, celebro las iniciativas que se han promovido desde el Consistorio recientemente para sumar nuevos tesoros. Parece que nos hemos tomado en serio la recuperación de una joya con tanto potencial como el Anfiteatro Romano, confiemos en que se avance en ello y podamos verlo en todo su esplendor. Además, Puerto de Culturas valora las posibilidades turísticas de nuestro pasado y presente militar y ha solicitado permiso para incluir en su oferta el Arsenal y los campus universitarios que albergan antiguos edificios castrenses. También se ha puesto en marcha un plan para exhibir por dentro y por fuera el submarino Tonina y aprovechar su atractivo para recuperar barrios que necesitan un revulsivo para salir del olvido. Y hasta se habla ya de la rehabilitación de las fortalezas que rodean nuestra urbe, empezando por el castillo de los moros.

Asimismo, la Autoridad Portuaria continúa felizmente empeñada en seguir incrementando las escalas de cruceros y convertirse en puerto base. Y gobierne quien gobierne, nuestros políticos se rinden a la evidencia de que nuestra riqueza patrimonial es un motor de primera para nuestra economía. A todo esto, se suma la recién anunciada reunión de la Sociedad Cartagena Alta Velocidad para que el AVE salga de su atasco y enfile nuestra ciudad para llegar lo antes posible.

Quizá tengan razón quienes reclaman que nos constituyamos en provincia para crecer más y mejor. O quizá la lleven quienes prefieren limitarse a destacar la ´singularidad´ de nuestra tierra. O tal vez este recurrente y cíclico debate sea tan estéril como lo ha sido hasta ahora. Y no sé si nuestra Cartagena tiene mucho o poco que envidiar a la esplendorosa Cartago Nova, pero de lo que no tengo ninguna duda es de que es una gran ciudad, mi gran ciudad.