Lejos queda aquel noviembre de 1995 cuando Galerías Preciados acabó vistiéndose de El Corte Inglés y desde entonces ha sido un no parar. La CAM y el Sabadell, Pryca y Eroski, Continente y Carrefour, Caja Murcia y Mare Nostrum, Ono y Vodafone o Compaq y Hewlett Packard por nombrar algunos de los que siendo otros, han terminado siendo los mismos, pero con otro traje. Y es que uno acaba teniendo cierto sentimiento de propiedad hacia lo ajeno cuando a fuerza de encandilamiento de anuncio nos hicieron creer que formábamos parte de ellos, que nosotros, el cliente, éramos lo más importante mientras por la espalda nos liquidaban en un despacho.

Si intenta hablar con su operadora de cable de toda la vida encontrará otro logo, otra musiquita y otra persona que le explicará que aunque anteayer eran los mejores hoy son además los más grandes y que ya no pueden mantener aquel precio y aquellas condiciones, que mira donde acabó. El mismo discurso que su nuevo-viejo banco; con nuestro dinero pagaron el muerto y ahora un rescatado dice que tiene los préstamos más baratos del mercado -así cualquiera-, aunque a usted no se le vaya de la cabeza el desahucio de su vecino... Digo yo que sería barato si nos prestaran a coste negativo, o si devolvieran casa y un nuevo plazo de hipoteca a sus dueños, que somos nosotros, los españoles me refiero, los que estamos pagando el agujero.

Lo peor es que puede incluso parecer que hemos elegido nosotros un logo azul, cuando era amarillo, o uno rojo cuando era negro y un daltonismo inútil concilia el convencimiento de no saber si somos dóciles por pura resignación o realmente tontos, por cierto -que decía la canción-, enredados entre tanto por ciento de estafa a nuestra costa.

No se crea eso de que 'está donde quiere estar', que sólo está donde le dejan, donde le ordenan estar, que donde había dos puertas ahora hay una, donde había dos cajas hay una, donde había dos colas ahora hay una, pero el doble de larga y donde había dos gestores ahora hay uno y pretender que todo siga igual es como si usted cambiara todos los cocineros y camareros de su bar, lo fusionara con otro que ya tenía doce calles más allá para reducir costes y pretendiera que los clientes continúen yendo, que esperen el doble y que consuman las mismas tapas. Aunque para entonces si les copia la técnica a estos, habrá conseguido dejarlos tan confundidos que no distinguirán callos de migas, convencidos encima de que todo es por el bien de su colesterol.

Cuando llegamos a las personas no puede ser lo mismo, nos las inyectaron en vena poniendo al frente a los mejores, acabó no importándonos el logo porque confiábamos en ellos y no han dudado tampoco en atribuirse el derecho de arrebatárnoslas buscando mejores cocientes para su dócil cuenta de explotación, pero esta vez hemos aprendido. No vamos a volver a contar la misma historia a otros, repetirles cuales son nuestras riquezas y nuestras miserias, nuestras coberturas o las páginas que visitamos, ni siquiera cómo nos gusta que nos tiren las cañas... Ya es mucho tiempo, da igual en banca que en comunicaciones, que en asuntos serios de cerveza, otra vez no, que bastante tuvimos con las compras y las ventas como para que también nos pase con los que no se vendieron ni se compraron, pero que no han dudado en copiar el formato e imponerlo una vez que han visto que el resto nos ha domesticado y ha ensanchado nuestras tragaderas.

Yo les propongo que cuando se lleven a sus gestores de toda la vida de sus organizaciones, operadoras, bancos, o grifo de bar, hagan como aquel desesperado que cuando su mujer se fue con otro, prefirió irse con ellos antes que tener que volver a dar explicaciones.