El doble componente de la conservación del material fílmico, por un lado la conservación del soporte físico y por el otro su contenido artístico y documental, provoca que la pervivencia de nuestro patrimonio cinematográfico sea una necesidad ineludible. Pero la conservación de este tipo de soporte cultural posee características singulares que exigen la aplicación de métodos propios.

A lo largo de la corta historia del cine, los registros cinematográficos han sido fijados sobre muy diversos materiales y características técnicas, por tanto son igualmente diversas las necesidades de conservación.

Los materiales empleados no fueron concebidos para asegurar la conservación, ya que su objetivo temporal coincide con el tiempo estimado de exhibición. Las empresas tecnológicas dedicadas a la producción de soportes cinematográficos resolvieron, hace tiempo, los problemas que plantea la conservación a corto plazo. Otra cosa es la conservación cultural, la preservación de las características originales de los materiales a largo plazo es sustantivamente más compleja, pues las características físicas de los soportes originales no se diseñaron para su mantenimiento en el tiempo, además, en muchos casos, sólo podemos acceder a los originales después de haber cubierto su ciclo normal de uso industrial, y por tanto padecen los deterioros y lesiones propios del uso para el que fueron producidos.

En términos generales, se puede afirmar que los materiales cinematográficos están compuestos básicamente por: el soporte hecho de película plástica, la emulsión que se compone principalmente de gelatina, La función de esta capa reside en soportar la imagen o las sustancias que la producen, y por último el material de la imagen final, que puede ser a base de plata, tintes colorantes o partículas de pigmento, compuestos que generalmente se encuentran en suspensión en la gelatina que hace las funciones de emulsión.

Ha existido una evolución de los soportes, que comenzó con el nitrato de celulosa, más tarde se crearon las películas de acetatos de celulosa y por último aparece el soporte de poliéster, cada uno con sus propias características físicas y químicas, origen intrínseco de degradación. Por ejemplo, el nitrato de celulosa se caracterizaba por una fuerte tendencia a rizarse, además de ser extraordinariamente inflamable, causa última de la desaparición de gran parte de las producciones realizadas con este material. Se sustituyó por el acetato de celulosa consiguiendo reducir la inflamabilidad del soporte, al aumentar la temperatura de ignición. Pero mantenía bastantes problemas, como la contracción del soporte, la pérdida de color y una progresiva tendencia a quebrar.

La conservación del material fílmico se sustenta en cuatro pilares. El control de la temperatura, la humedad, la radiación ultravioleta y la contaminación atmosférica. Ya que a baja temperatura y humedad relativa también baja se ralentizan las reacciones químicas que provocan la degradación, además previene la inflamación del material. De igual modo es necesaria una baja exposición a la radiación ultravioleta y a la contaminación atmosférica para evitar las perniciosas reacciones químicas entre los componentes del original.

Nuestra historia tiene múltiples maneras de registros, la pérdida de alguna de ellas deja huecos irreparables. Los registros fotográficos y fílmicos, aunque relativamente recientes, son una de las maneras de entender quiénes éramos y por tanto como somos. Es evidentemente necesaria la creación de filmotecas que aseguren la conservación de este tipo de materiales, que lo restauren, y en última instancia, cuando los daños en el soporte sean irreversibles, salven los contenido transfiriéndolos a otro tipo de soporte.

«Debemos actuar hoy para que las generaciones futuras puedan disfrutar mañana del patrimonio audiovisual común de la humanidad. Este patrimonio encierra enseñanzas, información y conocimientos que es esencial compartir», Irina Bokova, directora general de la Unesco.