A caballo entre Madrid y Cartagena, con paradas en infinitas ciudades de todo el mundo, Andrés Cánovas (Cartagena, 1958), arquitecto y miembro del prestigioso estudio, con sede en la capital del país, Amann-Cánovas-Maruri, visita de nuevo su ciudad unos días y habla con LA OPINIÓN.

Un nuevo reconocimiento, esta vez por el proyecto de un depósito de agua en un concurso internacional de Luxemburgo....

Es parte del trabajo y de la iniciativa que pusimos en marcha en el estudio hace tres años: salir al extranjero para buscar proyectos porque en España salían pocos trabajos. Es el cuarto premio de este año, tras otro en Luxemburgo, y dos en Suiza y Bélgica y la verdad es que es una alegría un reconocimiento así y también una plataforma para nuevos trabajos. En el exterior se están poniendo en marcha muchos concursos y hay que estar.

¿Salir es fundamental?

Sin duda. Además por dos razones. La primera es porque aspiras a trabajos con continuidad y hay más mercado, pero también porque te da la perspectiva de otra cultura, una visión distinta del trabajo. En el extranjero se tiene la arquitectura como una necesidad vital y no como una obligación, lo que permite explorar mucho más y generar nuevas ideas. No tiene nada que ver cómo se trabaja fuera a cómo se hace en España y es bueno conocer nuevos países para ampliar conocimientos.

¿Cómo cree que está evolucionando la arquitectura en las grandes ciudades?

El espíritu general es que se han acabado las grandes infraestructuras y las obras faraónicas que tuvieron su auge hace años cuando había más dinero. Ahora la cosa es distinta, se trabaja más con el acuerdo y lo doméstico es importante. Se busca una arquitectura más cercana al espíritu del ciudadano, como ocurre en las pequeñas ciudades. Ahora la tendencia es buscar proyectos más serios y cercanos.

¿Y en las pequeñas, como por ejemplo Cartagena?

Es cierto que se han hecho grandes infraestructuras, algunas incluso desmesuradas, pero lejos de auditorios o palacios de deportes, Cartagena es una ciudad en constante construcción. Desde siempre ha estado en reforma y ahora tiene nuevos retos por delante. Bajo mi punto de vista es el momento de reconstruir la ciudad pero a través de sus instalaciones domésticas y la trama social del centro. Se debería trabajar en generar las estructuras necesarias para la convivencia de las personas en el Casco, para crear de nuevo una comunidad que pueda contar con infraestructuras sociales que ahora mismo no existen. Ahora, Cartagena debe repensar su modelo urbano y estamos deseando poder aportar y contribuir en el desarrollo, pero estamos en un periodo en el que la construcción debe ser más tranquila y meditada.

¿Tiene sobre la mesa nuevos proyectos para la ciudad?

Seguimos trabajando en el Molinete. Estamos inmersos en la segunda fase del proyecto. Esperamos que en octubre o noviembre esté concluida y luego, a seguir con las siguientes fases. Confío en que el proyecto siga contando con la participación del Ayuntamiento y Repsol, como hasta ahora.

Ahora mismo existen edificios inteligentes, ¿cuál es el siguiente paso? ¿Cuál es la arquitectura que nos viene?

La sociedad y los arquitectos son los que tienen que ser inteligentes. Los edificios son tontos por naturaleza. Una buena casa rural también es inteligente porque suelen estar ideadas para que el calor no te impida estar en ellas... Es una manera de adaptarse al lugar. Los nuevos edificios vana ser algo mucho más cercano para el usuario, con un gasto menor de energía y un consumo mayor de inteligencia. Lo que nos viene es la microarquitectura, sin grandes proyectos. Es una necesidad y las nuevas generaciones han sido inteligentes y lo han interpretado así. Hay un universo de avances en el patrimonio por rehabilitar, en contra de construir de nuevo. El reciclaje urbano de las ciudades y de los grandes edificios es el futuro. La readaptación y recomposición de los núcleos urbanos, en vez de construir nuevos proyectos desde cero.

¿Llega a influir la fama sobre el trabajo del arquitecto?

Si pierdes el contacto con la realidad, estás muerto. Si piensas que eres más de lo que realmente eres, es cuando tienes un problema...

Casado y con cuatro hijos, Andrés Cánovas reside en Madrid, aunque cuando puede aprovecha cualquier momento para bajar a su ciudad. Por la mañana, afina los últimos proyectos de su estudio; da clases en la universidad de Madrid por las tardes y aún le queda tiempo para dirigir la preparación física de equipos de fútbol.

¿Qué hubiera sido en caso de no ser arquitecto?

No sé qué hubiese sido. No creo en las vocaciones sino en el azar. Comencé siendo arqueólogo, trabajando ya en los 80 en Cartagena. Pienso que de no ser arquitecto hubiese estado ligado igual al mundo de las artes, pero el azar juega. Las vocaciones son un mito.

¿Dónde le gusta estar, en Madrid o en Cartagena?

Resido en Madrid y estoy muy a gusto, pero soy cartagenero. Poco más puedo decir, cuando tengo un hueco siempre aprovecho para bajar a mi ciudad.

Este año el Mar Menor no atraviesa sus mejores momentos, como ha podido ver...

Cuando vuelvo veo a mis vecinos de toda la vida y estoy bien, pero es cierto que las condiciones ambientales del Mar Menor no son las mejores. Es un tema muy serio. Es único y corre un peligro brutal. Es un problema de todos, no sólo de Cartagena, porque estamos perdiendo un enclave único.