De todos los alcaldes que dirigieron nuestra ciudad durante el pasado siglo XX muchos son recordados en el callejero de nuestro municipio, pero sólo Ángel Bruna Egea da nombre desde hace más de cien años a una amplia avenida, mal llamada calle, en nuestro Ensanche.

La primera intención de esta historia es 'ponerle cara' al personaje ya que pese a su protagonismo en la historia local, son escasas las fotografías que de él se conservan en archivos públicos. La imagen que ilustra este artículo pertenece a una revista dedicada a la Feria de Verano de 1901, año en el que fue elegido primera autoridad municipal.

La segunda es conocer algo más de la persona, del Ángel Bruna particular, de aquel que en 1875 con apenas veinticinco años empezó a trabajar como auxiliar de corredor de comercio. Su trabajo posiblemente le llevaría a conocer a grandes empresarios de la minería local y en menos de una década era propietario junto a Francisco Lizana de las conocidas como 'Aguas de Perín', fundamentales para el suministro de agua potable de la ciudad y que alumbraban en el distrito minero de la diputación cartagenera del mismo nombre.

Minas de su propiedad lo fueron entre otras muchas 'San Timoteo', 'Neptuno' y 'Junio', ésta última ubicada en La Unión por lo que no es extraño que en el año 1893 consiguiera autorización para construir varias vías de embarque en el puerto de Portmán. Bajo el nombre mercantil de 'Bruna y compañía', además de dedicarse a la exportación de hierro, estableció una ferretería y droguería en la calle Cuatro Santos donde se podían obtener todo tipo de compuestos para farmacéuticos.

Las procesiones de Cartagena y más concretamente los marrajos ocuparon parte de su tiempo llegando a ser comisario del Santo Sepulcro y consiliario de la Cofradía Marraja. Hombre caritativo, tan pronto costeaba una comida diaria a los asilados de la Casa de Misericordia como un viaje de los niños pobres que acudían a las Escuelas Graduadas, las primeras de España y que fueron impulsadas por su antecesor en el cargo Mariano Sanz Zabala.

Y como no hay dos sin tres esta historia evidentemente no estaría completa en sus intenciones si no hablara de la trayectoria política de Ángel Bruna, miembro del partido liberal del que algunos periodistas de la época destacaban dos características, la modestia y la decisión. Cuando la Real Orden de 22 de marzo de 1901 le nombró alcalde poco imaginaba él que sería testigo en primera persona del derribo de las murallas que asfixiaban a nuestra ciudad e impedían su crecimiento. Un acontecimiento ocurrido el 17 de mayo de 1902 al que quedaron invitados todos los cartageneros a través de un texto publicado el día anterior y firmado por el regidor. Del mismo destacaría la frase que decía «caigan pues esas murallas con el estrépito de nuestro entusiasmo más justificado, pero con los honores debidos a los altos fines que cumplieron y con el respeto que merece todo lo legendario que sucumbe sometido al supremo poder del progreso».

Ángel Bruna cesó en su cargo a principios de 1903 y sus inquietudes políticas le llevaron posteriormente a aspirar a ser diputado provincial pero falleció repentinamente el 7 de marzo de 1905, a los cincuenta y cinco años de edad, pocos días después de anunciarse su candidatura. Su entierro como no podía ser de otra manera constituyó una inmensa manifestación de duelo.

El Ayuntamiento quiso que se le recordara de forma permanente y por eso en abril de ese mismo año se aprobó la moción de varios concejales para que la calle nº14 del Ensanche llevara su nombre. Y finalizo esta semblanza con una frase del recordado alcalde que en un acto homenaje a su antecesor dijo «que todo buen cartagenero debe darlo todo por y para Cartagena».