Recuerdo un viaje a Estambul hace muchos años, donde por la calle te abordaban los vendedores ambulantes intentando colocarte cualquier souvenir mientras repetían como letanía a poco que fueran capaces de adivinar tu procedencia lo de ¡España, España, Butragueño, Butragueño! Reconozco que me sorprendió que la identificación de mi país en otro tan diametralmente opuesto en todos los sentidos lo fuera por la cosa del futbol y uno de nuestros -supongo- mejores jugadores.

Ayer, unos 30 años después de aquello y en el centro de Skopie, capital de Macedonia, un albanés que no intentaba vender nada debió localizarme a distancia el gen español y preguntó desinhibido ¿España?, naturalmente dices sí! al instante y esperas lo de Nadal o Julio Iglesias o incluso Carreras o Fernando Alonso y hasta el porompompero, pero no, nada de eso mencionó, le sobrevino de pronto y con una intensidad de casi ataque epiléptico un subidón y dijo ¡ohhh España!, ¡Yo Torrenteeeee!!!! Yo Torrenteeee!!!! mientras miraba al cielo poseído a la vez que golpeaba con el puño cerrado su corazón con la devoción que sólo un genuino torrentista puede profesar.

Es verdad que el éxito de la saga en países tan dispares como Argentina o Hungría puede justificar el hecho, pero debo reconocer que es lo último que esperaba oír de boca de un albanés venido a más y en el patio central de una iglesia ortodoxa donde tuvieron que pedirle que se relajara, que allí seguramente no encontraría a Santiago Segura y que debía guardar silencio.

No pude evitar que me invadiera un flash mental imaginando a mi vuelta una España fuera de la Unión, Cataluña independiente, la peseta de nuevo en nuestras vidas y las calles de Madrid sobrepasadas por la mugre. A la misma velocidad me instalé en la realidad con la satisfacción que siempre otorga el despertar de una pesadilla por pequeña que esta sea y confirmar que la ficción no ha superado aun a la realidad. No seré yo quien diga que estaba viendo un documental de la 2 el día del estreno de Torrente, pero que una seña de identidad de nuestro país en uno de los ex yugoslavos sea esta saga me hace concluir que para igualarnos nada mejor que lo de chavalote!! chavalote!! .

Desde luego era imposible discutir con el albanés por no haberme identificado con Cervantes o con el mismo Fary incluso, antes que con el personaje de Torrente, lo que hacía por otra parte fácil el entendimiento muy a mi pesar. Y es que cuando el humor centra la bala, no hay forma de usarla para la guerra.

Vivimos un tiempo convulso, complicado, donde todo es tan serio y tan intenso que cualquier detalle, declaración, intención, foto, comentario o incluso gesto, por mínimo que este sea, puede ser utilizado como arma arrojadiza por parte y parte. Todo es soberbio, superior, grandilocuente, todo es más porque nada ni nadie quiere ser menos. Seguramente toque centrar el agosto lejos de la discusión de si la culpa de la degradación del Mar Menor es del PP o del PSOE o de si la avioneta sobrevolando con el 'Cartagena Provincia' es de todos o de unos pocos y dejarnos de exponenciales diferencias sobrevenidas para centrarnos mejor en los buenos resultados: chavalote chavalote!! y un par de golpes en la espalda, como el albanés de Skopie con el que me fue completamente imposible discutir.