R. T. H. ha vivido en sus carnes lo que supone acabar en prisión nada más aterrizar en el aeropuerto de Roma procedente de Manises (Valencia). Al parecer se dio un golpe en la rodilla y cuando pidió que le dieran un calmante para el dolor pero inyectable, ya que tiene un problema gástrico y no puede tomar fármacos de otro modo, por poco no acaba en una celda de aislamiento, explica su abogada, Virginia Urrea Navarro, quien la visitó esta semana en la carcel de Roma. «Su estado de salud es bueno, aunque anímicamente está tocada por todo lo que ha vivido que para ella todo esto es una pesadilla», dice. De hecho, R. T. H. intentó ponerse en contacto con la embajada. «Lo pidió, pero no le facilitaron la llamada. Además, tampoco le permiten llamar ni a sus familiares ni a mí, lo que contribuye a que se sienta más abatida por toda esta situación», precisa Urrea.