El bar de toda la vida, el de las porras y el café con leche, es el más demandado por los extranjeros que llegan a Cartagena a bordo de los cruceros. Las terrazas de estos restaurantes 'tipycal spanish' se abarrotan a lo largo de toda la calle Mayor y la calle del Carmen, principal punto de confluencia entre los turistas recién llegados y los hosteleros. Todos los camareros coinciden en sus comandas: tortilla de patatas, paella, cerveza y sangría, mucha sangría, se escucha al pasar.

«Se agradece que vengan, se sienten y quieran probar la comida típica de aquí. En el restaurante notamos mucho cuando hay un barco», asegura un camarero mientras coloca un plato de calamares a la romana en una mesa de ingleses. «La comida es maravillosa y la ciudad me ha sorprendido. No la conocía», comenta uno de los comensales.

Mientras algunos comen, otros aprovechan para visitar la ciudad con guía turística o sin ella. «Hemos visto el Teatro Romano y el Museo Histórico Militar,-cuenta un turista-aunque hace muchísimo calor para caminar», se queja a la vez que se resguarda del sol en una de las concurridas terrazas del centro.

A pesar de que en lo referente a la gastronomía se decantan por lo tradicional, cuando se trata de ir de tiendas, las franquicias son las favoritas para la compra de ropa, joyas o cosméticos porque «son un poco más baratos que en mi país», señala una visitante escocesa.

Sin embargo, el pequeño comercio consigue mantenerse con ofertas atractivas o con el tradicional reclamo de recuerdos u objetos que constaten la visita a Cartagena. «El año pasado en estas fechas había vendido mucho más que este año», se lamenta la dueña de uno de estos locales, «aunque cuando vienen cruceros a nosotros -los pequeños comercios- nos ayudan mucho y lo agradecemos», reconoce. El barco que vino ayer a la ciudad trajó consigo 3.600 turistas.