Existen gran cantidad de medidas de protección del patrimonio cultural, tanto el producto del pasado como el del presente, así como el que ha de venir. No quiero parecer elitista mojigato, pero posiblemente el patrimonio que corra mayor peligro sea el arte que todavía no se ha realizado. La ausencia de una educación de carácter humanista, que es la educación que crea esperanzas, belleza, solidaridad y entendimiento, es la mejor manera de amputar la creación futura de arte. Condenar a las nuevas generaciones a vivir sin verdadera creación, es dilapidar la herencia que debemos legar. Impedir el desarrollo intelectual empobrece seriamente al individuo, afectando muy negativamente, de manera exponencial, a la sociedad de la que forman parte. La falta de una educación completa crea seres incompletos.

El instrumento imprescindible en la educación humanista es la historia de la humanidad, incluida la historia de las artes, que funciona como nexo entre edades, territorios y épocas. Debemos conceder la evidente importancia de la educación humanista en el sistema formativo oficial, no como algo que estudiar y memorizar para olvidar después. Hay que provocar la íntima asimilación de conceptos y valores. Se hace historia al recordar los hitos de la evolución de la humanidad, de su pensamiento y sus consecuencias. Pero es imprescindible saber manejar todo tipo de lenguajes; verbal, escrito, matemático, corporal, musical y plástico. Las nuevas tendencias nos dirigen irremediablemente a la súper-especialización, a la tecnificación, a olvidar las herramientas que ayudan a la interpretación de lo que nos rodea y a nuestra propia humanidad, creando generaciones de 'hombres-isla', con elevados conocimientos exclusivamente de una porción de una determinada disciplina, provocando el abandono del interés por el resto de conocimientos.

La educación humanista elimina la compartimentación de saberes, provocando la transversalidad y por tanto la capacidad de relacionar los diferentes factores y los efectos derivados. Favoreciendo la convivencia, ya que somos parte de una sociedad, compartimos la condición humana y nos apropiamos, como nuestro, todo lo que los demás hacen y han hecho. «Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia», según José Saramago. Pero solo podemos aprovechar lo que realizaron los demás si contamos con las habilidades que nos permitan comprender su esencia, esta comprensión la aporta el conocimiento de los distintos lenguajes.

Sin duda padecemos una crisis mundial de la educación, la existencia de cambios radicales en las enseñanzas que reciben los jóvenes en las sociedades modernas, ya que se descartan habilidades que son necesarias para mantener vivas esas sociedades. Si esta tendencia continúa, las naciones de todo el mundo pronto estarán produciendo generaciones de máquinas útiles, en lugar de ciudadanos completos que puedan pensar por sí mismos, criticar la tradición y entender el significado de los actos realizados por los demás.

Una de las mecánicas que podemos emplear para romper la tendencia hacia la pérdida de ciudadanos con capacidad de comprensión, ciudadanos que no se comporten como una masa de fácil embaucamiento, que huyan de los mesías y que posean las herramientas para crear su propia teoría vital, es el estudio de la historia del arte, ya que al analizar los periodos históricos y el patrimonio que éstos dejaron, provoca la comprensión y de las tendencias sociales y sus consecuencias.

La educación artística busca reforzar la experiencia estética de todos, no persigue que un ingeniero o un científico se conviertan en artistas o críticos de arte, sino que desarrollen la aptitudes para apreciar la belleza. La sociedad está construida sobre el entramado relacional que une todos los aspectos de la vida, la carencia de uno de estos aspectos significa perder la capacidad de reconocer los caminos que se despliegan al reconocer a nuestra sociedad como un todo complejo.