No encuentro razón para cambiar mi voto si ellos no han cambiado ni sus programas ni sus candidatos, será que siempre que pasa igual sucede lo mismo y lo único que habremos conseguido es el empeño en ganar la discusión para volver a perder la verdadera guerra que es la del progreso, la del avance y la del consenso.

Y puestos a buscar cambio se hace necesario encontrar las siete diferencias que cada vez están más camufladas y no sé realmente cuál es la verdadera entre votar PP o PSOE o Ciudadanos o si la responsabilidad de lo distinto puede basarse en la libertad que nos otorga a usted y a mí poner un ´1´, una ´X´ o un ´2´ en la Quiniela, ni siquiera sé si sigue funcionando esto de elegir jugando o ahora simplemente se apuesta a un ´random´ que una maquinita dispara al azar y acabamos confiando más en su dado que en nuestro dedo como si fuera un partido político al que encargamos lo que ni siquiera sabemos si sabe hacer. No creo que las políticas sean tan dispares ni la horquilla tan inamovible, y de ser así, para qué tanto derroche y reproche que acaba deslizando los días hasta la inevitable y electoral noche más oscura de la resignación apareciendo como diametralmente opuestos los que son paradójicamente iguales y sin embargo nos hacen creer que decidimos, que nos otorgan un privilegio basado en la seguridad de lo que podría ser pero nunca es.

El otro día circulaba un video donde Pablo Iglesias aupaba al comandante Chávez y ya ni siquiera esa certeza nos cabe para la próxima contienda, ha dejado de ser comunista el chaval en cuanto le han soplado el examen de que el voto está todo en el mismo lugar, en una caja bien centrada y cargada de sentido común, de buen hacer, de honradez, de responsabilidad, de seriedad y de contundencia en el compromiso que es al final lo que añoramos todos, sin distinción de nada que no sea una ausencia de bolsillo sucio pintado de manos limpias y buscan todos estos días colarse en esa caja hasta confundirse enfrentados como siempre y abrazados como nunca. El ejercicio difícil es el de presuponer qué arrastrará cada mano cuando apresurada salga de la zona de confort, así que resígnese porque vote lo que vote se acabará equivocando.

El caso es que no nos va mal así, desgobernados, jugando a querer ganar lo que todos han perdido ya antes de salir, vergonzoso que nos pidan de nuevo lo que ya le dimos para volver a malgastarlo o para alcanzar ahora los acuerdos que también podían haber alcanzado hace unos cuantos millones de euros de derroche atrás porque la auténtica prueba de realidad de que las zonas erróneas son imprevisibles aparece si intentan responder con certeza a la quiniela de los pactos, porque será imposible averiguar quién con quién, y si realmente fueran transparentes en sus políticas y distintos en sus planteamientos no habría duda alguna de cuáles serían las posibles uniones.

Sin embargo, prueben a trazar líneas y verán como les cabe todo, como el humo cuando llena una habitación cargada de hastío y plagada de aire viciado reclamando urgencia de depuración en pulmones como los nuestros acostumbrados a sobrevivir entre tanta escasez.

Lo peor es que serán capaces de explicar lo que han hecho, una vez lo hagan y reivindicar su derecho a ser contradictorios en sus campañas o en cualesquiera otros comicios. Y es que todo cabe porque esto de la democracia sigue siendo desde los griegos un auténtico follón, aunque sea el menos malo de los sistemas que somos capaces de darnos unos a otros o unos contra otros. No sé si la cosa será a la tercera, como la vencida, pero con turrón para la cena de ese domingo.