Los museos siguen pareciendo a muchos unos santuarios cerrados que infunden temor y, como muchas iglesias, aburrimiento; unos cementerios de arte, llenos de reliquias carísimas, donde apetece muy poco entrar. Suerte que hay dos ocasiones extraordinarias en las que nos armamos de valor y de un entusiasmo desbordante y nos atrevemos a cruzar el umbral: cuando viajamos a otra ciudad, sobre todo, si es extranjera y cuando llega la noche de los museos. Luego la gente se tira todo el año de abstinencia y no entra a un museo o a una exposición salvo en el día de la inauguración si hay eso que antes se llamaba vino español y que hoy decimos 'cocktail de vernissage'.

El multitudinario éxito de la cultura de los eventos o de la noche y día de los museos, a poco que nos descuidemos, se puede convertir en rotundo fracaso. De éxito se puede morir si el resto del año no seguimos acercando el arte y la cultura a las gentes, con una política de acercamiento a la ciudadanía, a los colectivos, creadores etc. Y no quiero acordarme de eventos como el Manifesta, que nos pusieron en el mapa internacional de las zonas de barbecho y los eriales porque se arrasó con las manifestaciones y colectivos de nuestro entorno, que fueron abandonados al pairo; situación que tanto está costando volver a labrar, sembrar y cultivar. Es un sinsentido que tengamos los museos todo el año a nuestra disposición, para visitarlos tranquilamente, y, sin embargo, como Vicente, sólo vayamos donde hay colas inmensas de gente y se nos corta la respiración no del encuentro con una obra que nos subyuga, sino por falta de oxígeno en la aglomeración. Lo más interesante en estos eventos es lo que se hace en la calle, las intervenciones de artistas, las representaciones, las actuaciones musicales y de danza, performances, etc.

La gente debería saber que los museos están abiertos todo el año, pero la fiesta del arte y la cultura en la calle es una oportunidad única: arte lúdico, que también debe ser reivindicativo, arte por el arte y arte por una sociedad mejor, arte participativo. Es interesante el ejemplo de Murcia, con el festival Tres Culturas y, sobre todo, el Mucho Más Mayo de Cartagena que, por fin se ha recuperado después de una legislatura, con un impresionante y variado programa al que solo se le puede reprochar que no hay tiempo material para poder disfrutarlo en su totalidad, es como la belleza de las galaxias. Tengo que descubrirme ante la inmensa labor del equipo organizador capitaneado por Patricio Hernández y el edil David Martínez Noguera. Cartagena se merece un evento como este y, además, lo necesita. De mis años de pintor de la legua, recorriendo los pueblos de España pintando al aire libre en concursos de pintura rápida, con compañeros como Cristóbal Pérez o Pérez Casanova, aprendí la importancia de sacar el arte a la calle. El contacto en directo con los creadores hace más que todas las campañas para promover las visitas a los museos.

Cultura en la calle es mucho más que hacer grafiti, es sacar todas las expresiones culturales y artísticas, acercándolas a los rincones y las plazas de la ciudad, tal como se hace estos días y tal como se está haciendo en Cartagena con el Año del Modernismo o la conmemoración del cuarto centenario de Cervantes, que ahora sigue en la Región.

Hace unas semanas se ha celebrado en Los Alcázares el I Festival de Arte Urbano Museo del Mar Menor, que ha convertido las paredes y las calles de esta localidad en un espacio digno de visitar como ruta artística. Desde hace unos años se viene celebrando Imagina de San Javier, otra exitosa fórmula de llevar la cultura y el arte a la calle y, este próximo fin de semana, podremos asistir en Torre Pacheco al I Encuentro de Cultura Urbana 'Art-Até'. Algo parece que está cambiando en nuestro entorno. La cultura y el arte no deben guardarse, encerradas en una exposición para iniciados. Hace siglos las iglesias aprendieron a sacar a sus santos a la calle. A misa va poca gente, pero a las procesiones ni te cuento. Por eso hay que abrir las puertas de los museos, que no sean una suerte de cajas fuertes. Hay que tomar los museos y hay que sacar sus tesoros a la calle, al igual que el teatro, la danza o la música. La calle para la cultura.