Se podría pensar que hoy disfrutamos de una mayor conciencia urbana, inexistente en el momento en que los centros histórico no habían sufrido todavía el impacto de la expansión urbanística de la década de los cincuenta, y que, junto con la especulación salvaje de las dos décadas siguientes, produjo una profunda transformación en el paisaje de muchas ciudades de la Península. Cartagena también sufrió la falta de consciencia patrimonial, ya que tampoco se consiguió evitar el tremendo impacto de la falta de ordenación, impacto provocado por no tratarse de una ciudad plenamente consolidada, la peculiar sociología y las pobres técnicas constructivas de ciertos sectores de su casco histórico, dando, por tanto, gran margen a la intervención.

Otro riesgo, derivado de una mal entendida rehabilitación de los cascos históricos es la posibilidad de llegar a desarrollar un proceso de desnaturalización, banalización y pérdida de la autenticidad; en otras palabras, la creación de una autenticidad escenificada o 'disneylandización'. El riesgo de crear parques temáticos pseudo culturales. De igual modo se puede producir una mercantilización extrema de las tradiciones, provocando la pérdida de su significado y transformarse en meros objetos de consumo.

La transformación de las actividades originalmente desarrolladas en los cascos históricos, comercios tradicionales, por otros de carácter turístico y de ocio, desintegran irreversiblemente la trama social, pues las molestias derivadas de las actividades de los locales de ocio expulsan a los residentes tradicionales y fijan a una población de muy alta temporalidad, unos nuevos habitantes que no aprecian el entorno y son causa de su deterioro. Ejemplo de esto es el barrio de la Barceloneta en la Ciudad Condal, zona que está perdiendo su singular personalidad para transformarse en una mezcla de discoteca y cloaca callejera, que solo aporta mala imagen a la ciudad y provoca la diáspora de sus seculares vecinos a otros barrios.

El desarrollo turístico sostenible es un concepto que intenta aunar la conservación patrimonial y social con las nuevas vías de desarrollo económico. El desarrollo sostenible del turismo exige la participación informada de todos los agentes relevantes, así como un liderazgo político firme para lograr una colaboración amplia y establecer un consenso. El logro de un turismo sostenible es un proceso continuo y requiere un seguimiento constante de sus incidencias, para introducir las medidas preventivas o correctivas que resulten necesarias para, en primer lugar, respetar la autenticidad sociocultural de las comunidades anfitrionas, conservar sus activos culturales y arquitectónicos y sus valores tradicionales, y contribuir al entendimiento y la tolerancia intercultural, además de asegurar unas actividades económicas viables a largo plazo que reporten a todos los agentes unos beneficios socio-económicos bien distribuidos, entre los que se cuenten oportunidades de empleo estable y de obtención de ingresos y servicios sociales para las comunidades anfitrionas.

Evidentemente la protección patrimonial no afecta solamente a bienes materiales, la personalidad singular de cada centro histórico posee un componente de carácter inmaterial, estos sutiles factores que, pese a su fragilidad, son importantes elementos del mantenimiento de la diversidad cultural frente a la creciente globalización. Es necesario reseñar el caso de Santillana del Mar, pueblecito cántabro, paradigma de la conservación de un entorno urbano medieval, que tras una explosión del sector turístico, ha expulsado a la comunidad anfitriona para acoger a un variopinto cóctel compuesto de turistas, nuevos empresarios hosteleros y multitud de tiendas en las que se venden, a incautos, falsas artesanías locales. ¿Donde están aquellas abuelas, que sentadas frente a sus vetustas casonas, vendían sobaos realizados por ellas mismas y vasos de leche recién ordeñada? Eso se perdió hace muchos años en pos de un desarrollo económico, que si bien ha contribuido al mantenimiento y rehabilitación del conjunto histórico -prácticamente en su totalidad se encuentra en muy buenas condiciones- sí que ha provocado la pérdida total de la personalidad social, pérdida que resta autenticidad al conjunto, haciendo desaparecer en el olvido lo que podríamos denominar su 'alma' y por tanto valor patrimonial.

Una ciudad no sólo está compuesta de edificios, igualmente importante son sus moradores, la pérdida de cualquiera de los dos componentes provoca pobreza.