A nadie, con una mínima experiencia política, se le habría ocurrido pensar que del resultado de las pasadas elecciones generales del 20 de diciembre podría salir un necesario y beneficioso acuerdo para los intereses generales del conjunto de los españoles. De la lectura de dichos resultados, deberíamos haber sacado la nefasta conclusión de que los españoles, después de 80 años, seguimos divididos en posicionamientos revanchistas de derechas e izquierdas y, por tanto, se anteponen los intereses individuales e ideológicos del partido a los generales de la sociedad a la que deberían servir.

La no consumada modificación del actual estatus bipartidista, con la aparición de dos nuevos partidos políticos -Ciudadanos y Podemos- ha paralizado una posible y condicionada convergencia entre el PP y PSOE. Los populares, acosados por los innumerables casos de corrupción y a pesar de su acertada gestión económica, aunque no política, han visto perder millones de votos, que mayoritariamente se han desplazado, a la abstención y a C's, que con una hábil centralidad y predisposición a los acuerdos, puede seguir arañándoles más votos. Los socialistas, después de una nefasta y dañina política populista de José Luis Rodríguez Zapatero, siguen sin actualizar y reafirmar sus fundamentos políticos dentro de la socialdemocracia y con un débil, inexperto y mal aconsejado candidato, ven peligrar su posicionamiento político y temen con enorme preocupación su desplazamiento por parte de los populistas de Podemos, que también pueden fagotizar a IU, y por tanto convertirse en la mayor referencia de la izquierda, pero en su vertiente más radical y desabilistadora.

Sinceramente creo que la mayoría de los españoles pensamos y reclamamos una renovación moral y política de nuestro viejo solar, pero fundamentada en nuestras amargas experiencias históricas. En los últimos cien años, los españoles hemos sufrido acontecimientos totalmente rechazables, tanto con repúblicas como con dictadura, pero al final, con muchas renuncias y sacrificios, hemos conseguido, entre todos, aceptar una consensuada Constitución que nos permite y permitirá caminar juntos y propiciar una más justa y prospera sociedad tanto en lo individual, como colectivamente.

Los políticos son un fiel reflejo de nuestra propia sociedad y por tanto si ellos han fracasado, nosotros también. Su fracaso nos obliga a votar otra vez, pero ahora conocemos las verdaderas cartas de los partidos y las de sus jefes de fila, por ello, deberíamos meditar nuestro próximo voto, para no volver a fracasar como ellos.

Yo para darles mi voto exigiré que me expliquen qué posibles modificaciones y actualizaciones piensan introducir en la actual Constitución. Qué leyes piensan modificar o proponer y en qué sentido sería. Cuáles serán sus medidas para garantizar las pensiones. Si piensan modificar la ley electoral y anular los privilegios a los políticos y qué medidas tomarán para evitar la sangrante corrupción. Qué papel tendremos en la UE y en la política internacional. ¿Defenderán la unidad de España y actualizarán el papel complementario de las Comunidades Autónomas? Del análisis de estas propuestas y de otras, saldrá la orientación de mi voto, y no de mi preferencia partidista, pues ahora se necesitan votos útiles sensatos y constructivos.