Ginés lleva casi 40 años dando clases de conducir por nuestras tierras. Por sus manos han pasado ya generaciones de abuelos, padres y ahora empiezan a caer los hijos de los antiguos alumnos. Trabaja sobre 14 horas diarias, sin cansancio ni queja, por su parte, porque por la de su encantadora esposa, Paqui, hay muchas. Como le suele decir «estarías todo el día dando clases».

Comenzó dando clases en La Unión en 1972, fundando la autoescuela Herrerías, para más tarde ampliar el territorio a la ciudad de Cartagena. Por sus manos, perdón, por el asiento de conductor de sus coches han pasado ya mas de 3.500 alumnos. Cuando le pregunto por lo que se viene tardando en sacar el carnet, me dice que depende del alumno, el record lo tiene una chica que lo sacó con cinco clases de media hora y en la otra punta está una señora con 59 años, que hoy va por ahí con su coche estupendamente, que precisó de 150 clases.

La complejidad del carnet de ahora contrasta con la simpleza del que daban antes, que con poco más de que no se calase el coche y se hiciese la ´L´ bien, junto a cuatro señales, ya lo tenías. El mayor problema de los alumnos, cuenta, es la intranquilidad. Si se está sereno y tranquilo, todo suele salir muy bien.

Como veo a Ginés muy suelto y entusiasmado hablando de sus clases, decido meterle un poco de guindilla. ¿A ver, y que hay con los alumnos topos, esos que te sacan de quicio y no dan ni una?... Mira, me contesta, a mi me suelen decir estos alumnos «ten paciencia conmigo» y yo les contesto «te voy a demostrar que yo tengo mas paciencia que tu».

Sigo, metiéndole€, Ginés, y cuando te cae alguna alumna de esas que llevan una buena minifalda, ¿adonde miras? Se pone serio y me dice: «Siempre al frente, a la carretera».

Me cuenta que cuando los alumnos cogen confianza, el coche se convierte en un confesionario, pero lo que dentro se habla, dentro se queda. Ginés es muy campechano y me cuenta un sin fin de anécdotas al volante. Desde aquel alumno que le dice «¿ves que bien he frenado?», cuando había equivocado el pedal del freno con el acelerador y el que había frenado era él; hasta la señora que en el examen, al decirle el examinador «salga», en vez de salir con el vehículo se salió de él y se marchó.

Ginés vive su profesión, te habla con verdadero entusiasmo y no para€, pero le tengo que parar, así que le pongo el intermitente y cambio de vía€ ¿Qué colonia usas?, «la que me compra mi mujer, ella es mi vida, me compra la ropa y todo lo que necesito y eso que también trabaja y no tiene casi tiempo». ¿Cocinas?, «poco mas de un huevo frito, no tengo tiempo».

Y la sorpresa salta cuando le pregunto si tiene algún hobby, pensando que no lo tenía y me contesta ¡los canarios! ¡No me digas, Ginés!, vamos cuéntame. Pues sí, le gusta criar canarios. Ha ido hasta el norte de Italia a comprar algunos. Me dice que la crianza consiste en ir mezclando las parejas para que de los huevos salgan canarios con los atributos de los padres que se desean. Se busca el canto, el color y la postura (el plumaje). Oye, ¿y cuanto puede llegar a valer un canario? «¡Uf!, hubo un tiempo que hasta me dieron veinte mil duros por uno. Mira, esto no es como los palomos, que va a base de cuartos; aquí se dan premios, un jamón, un lomo, una caja de vinos€, recuerdo que una vez fui a Crevillente con once canarios y gané nueve premios€, ¡nueve alfombras!..., no veas como lo pasé para meterlas en el 127€, no cabían ni los canarios».

Y ahora el selfie€, ahí va€, con la ´L´, el coche, el profesor y un servidor. ¿Qué€?, ¿el canario?..., pues a falta de él, sale el que ha cantao€, y no he sido yo.