Con Cáritas Santa María, ayudar cuesta muy poco. En el número 24 de la calle San Francisco tiene un rastrillo desde mediados de diciembre. Allí, Cari, Pepita, Ana, Ángeles, Marta, Mari Pepa, Mari Carmen, María Victoria, Victoria, África y Luz atienden a curiosos, solidarios y visitantes, que acuden con la intención de encontrar algunas gangas o aportar su granito de arena. Otros en cambio prefieren donar objetos que ya no volverán a usar más.

Y hacerlo es tan sencillo como ir al establecimiento y dejar las cosas o «en el caso de que no tengan medios para ir, una chica va a sus casas y las recoge» explica Cari Cantó, una de las voluntarias.

Esta iniciativa lleva celebrándose cinco años consecutivos. Los tres primeros se instaló en un bajo donado por Antonio Bolea al lado de la sede de la cofradía california. Sin embargo, desde 2015 se ha instalado en el antiguo bajo de la extinta tienda de bolsos Balibrea, que de «forma desinteresada» ha prestado su dueño Víctor para esta causa benéfica.

Un mercadillo que puede visitarse todos los días. Por las mañanas, de 11.00 a 13.30 horas, y por la tarde, de 17.00 a 19.30 horas, hasta el próximo junio. A pesar de estar cosechando bastante éxito desde que se abrió antes de la pasada Navidad, el deseo de Cáritas Santa María es «adelantar para la próxima edición la apertura del mercadillo al mes de noviembre» matizó Pepita Gil. Además, esperan «poder continuar con esta labor», aunque no es algo que dependa directamente de Cáritas Santa María. «Mientras sigamos teniendo el bajo continuaremos organizando el mercadillo» explicó Cantó, quien añadió: «Cuando ya no nos lo presten tendremos que buscar otro lugar o dejar de celebrarlo», señaló. Las voluntarias son optimistas y creen que podrán seguir en la calle San Francisco. Todo depende de la generosidad del dueño.

Entre las gangas disponibles se pueden encontrar artículos de muy diversa índole, y todos por un precio razonable: de entre uno y cinco euros. Cierto es, cómo aseguró Gil, que hay algunos objetos más caros. Entre ellos un traje de cartagenera hecho a mano que ronda los 800 euros. Quitando éste y algunas cosillas más, el resto son «muy baratos», afirmó.

¿A dónde va el dinero?

Cuadros, figuritas de porcelana, vajillas, algunos trajes, juguetes, montones de libros, muebles, algún artefacto electrónico, bisutería, o incluso cassettes y cintas de vídeo, son algunas de las donaciones que han regalado los cartageneros para apoyar esta iniciativa. Por no hablar de algunos productos más curiosos como un vestido de novia y otro de flamenca, entre los artículos más llamativos.

Una vez que se cierra la tienda, las voluntarias entregan las ganancias de la jornada a la tesorera de Cáritas Santa María. Una recaudación que ronda entre los 100 y los 150 euros diarios. Aunque «hay días que no se pasa de los 20 euros», indicó Gil.

De manera íntegra todo ese dinero va destinado a las 160 ó 170 familias que se benefician del rastrillo solidario. Así, pagan sus gastos tanto del colegio, la farmacia o incluso la óptica. También se emplea para impartir clases a los niños y dar cursos. En definitiva «para ayudar a los que lo necesitan», remarcó Canto.

¿Y por qué no dan los euros en mano a esas familias? Gil lo explicó: «Porque nunca sabes que pueden hacer con él y nuestra intención es ayudarles de verdad».