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Los deseos del Ayuntamiento de hacer negocio con el solar que ocupaba el Street Food del Molinete han matado este espacio gastronómico ubicado en el centro histórico de Cartagena. Así piensa José Luis Botella, uno de los principales promotores de esta iniciativa que él mismo exportó hace un par de años desde Gran Bretaña hasta la ciudad portuaria.

El empresario explica que, tras un problema con el sonido ambiente de este lugar de bares al aire libre decidieron cerrar de manera voluntaria durante un tiempo el pasado otoño. «El Ayuntamiento nos concedió una licencia temporal para tres meses, que ya ha acabado y no han querido renovarla», subraya. Las molestias vecinales por el ruido propiciaron que la Administración local les pusiera una multa de 1.000 euros y les precintara los equipos de música. «Los altavoces sólo estaban para tener algo de sonido ambiente y la multa, cuya cuantía podía llegar hasta 100.000 euros, quedó finalmente en mil. Hemos invertido más de 200.000 euros para nada, no volveremos a abrir un sitio así en Cartagena», sostiene el dueño.

Asimismo, Botella reconoce que «tiempo atrás estuvimos abiertos sólo con la solicitud de licencia, sin tenerla en firme». Esta praxis, según defienden los propios hosteleros, es muy habitual entre quienes abren negocios en la ciudad debido a la «lentitud» de la Administración local para otorgar los permisos de los negocios.

Los terrenos en los que se situaba el Street Food, junto al barrio del Foro Romano, son propiedad de una inmobiliaria y de la sociedad municipal Casco Antiguo. El Gobierno local explicó a esta Redacción que «se trata de un solar más del Molinete, que se destinará a su venta o a lo que se estime oportuno estudiando su mejor uso para el municipio y los ciudadanos». Al hilo de esta cuestión, el hostelero del Street Food lamenta que «nuestra idea de negocio estaba ya asentada en la ciudad y era viable, pero nunca contamos con suficientes apoyos por parte del Ayuntamiento ni de la asociación local de hosteleros Hostecar». Botella también critica que «el resto de empresarios veían nuestro negocio como una competencia desleal y siempre pensaron que por estar instalados en la calle éramos hostelería de bajo perfil. No sé por qué creían que el Street Food daba mala imagen de la ciudad cuando era todo lo contrario, el espacio que creamos sirvió para revitalizar la zona del Molinete».