No importa la climatología, ya sea con frío o con torrencial sol, Juan el cuponero patea la zona que le tienen asignada desde marzo de 1990, con sus cupones de la ONCE en la mano, llevándole todos los días un poco de ilusión a sus clientes habituales, que mas que clientes ya son sus amigos y familia. Porque Juan, un hombre de 47 años, afable, simpático y tímido, hijo de Isabel Rodríguez, disfruta con ese trabajo que hace que la gente, por 1,50 euros, tenga la esperanza de que la diosa del azar les sonría y les ayude a mejorar su vida. Nunca mejor dicho, «reparte sueños e ilusión». Pero no siempre fue así. A los 16 años ingresó en la Marina Española, haciéndose especialista ´en tiro´ del buen ojo que tenía.

Cuando terminó su etapa militar encontró empleo en la cafetería de unos grandes almacenes, donde era feliz. Un día empezó a notar que empezaba a ver borroso por un ojo y luego por el otro. Anduvo por diferentes clínicas hasta que en una famosa de Barcelona le dieron la noticia (€), la vista perdida era para siempre. La frustración, la impotencia ante la realidad fueron acompañadas por una inmensa tristeza, sintiéndose hundido en un profundo miedo a la vida (€), ¿y que voy a hacer yo ahora?, ¿que va a ser de mi?, se dijo una y mil veces.

Perdida toda esperanza se dirigió a la ONCE, la cual le acogió enviándolo al Centro de Muchamiel en Alicante, hoy cerrado, formándole para enfrentarse a la vida con su minusvalía, devolviéndole la estima y las ganas de vivir. Recuerda con cariño como el primer día que salió a vender cupones, en el bar Puerto Rico de la plaza del Lago en Cartagena, se le acerco la policía local pidiéndole el carné de vendedor y como no lo tenía casi se lo llevan detenido.

Juan es de los que no gritan los motes de los números por la calle, aunque los conoce todos. Su extremada timidez lo mas que le permite es acercarse y decir con voz baja, si alguien quiere un cupón.

La gente es muy cariñosa con él, lo aprecian y le gastan bromas (€), para terminar pidiéndole una terminación concreta. Otros le rechazan los cupones que les ofrece cuando estos llevan muchos números iguales. Pero lo que peor lleva es cuando ofrece los cupones y la gente ni vuelve la cabeza, ignorándolo, lo que le hace sentirse menospreciado, como si hubiese molestado. Un simple «no gracias» lo agradece mas que si le compran un cupón (€), aunque si se lo compran, pues mejor, ¿eh?.

Se siente feliz por haber dado dos primeros premios, y no considera que sea un vendedor gafe, a pesar de que entre sus anécdotas cuenta que un día alguien le pidió las diez terminaciones para garantizarse al menos la devolución de un cupón, pero no pudo darle mas que nueve, faltándole el 5, y (€) , precisamente el premio terminó en 5, el que le faltó (...)

Juan es un hombre sencillo y cariñoso, siempre necesitado de afecto, que vive solo con su hijo Carlos de 18 años; le gusta comer macarrones con tomate, carne y queso, y como no, una buena tortilla de patatas. No bebe nada, pero ¡ay!, una cervecita fresquita en esos días de calor (€), ¡que bien le sabe!, mientras le ofrece a la gente por 1,50 euros, la oportunidad de soñar hasta que el ocaso del día sucumba ante la noche. Y ahora el selfie con los cupones del 32847,(...), que el cuco de Juan se ha traído por si cuelan,(€), ¡que han colao! (...), y se sortean hoy lunes, al tiempo que Juan vocea(€) ¡los iguales para hoy!. Chsss, (€), no se equivoquen(€), que los iguales del selfie son los números, ¿eh?,(€), que ya quisiera un servidor ser igual que el bueno de Juan el cuponero.