La festividad del Viernes de Dolores está cercana y por ello he creído oportuno recordar uno de los días más importantes en la historia de la Virgen de la Caridad: el de su coronación. La recaudación de donativos para costear la corona se hizo a través de la Junta de Gobierno del Hospital de Caridad con llamamientos como este que decía: «Se ruega a las personas que deseen contribuir con sus donativos a la construcción de la corona, los entreguen en plazo breve en las administraciones de los periódicos o en el despacho de la Rvda Superiora del Santo Hospital de Caridad, advirtiendo que cualquier pedazo de oro, alhaja o dinero será admitido».

Entre los ofrecimientos singulares citar el realizado por los Músicos Mayores de las bandas de los tres Regimientos que guarnecían la ciudad, Marcos Ortiz, Gerónimo Oliver y Félix Rafael Duque quienes ofrecieron sus servicios desinteresadamente para cualquier función religiosa que hubiera de realizarse. Ese histórico 17 de Abril de 1923 la Virgen salió sobre las nueve y media a hombros de los artilleros que se ofrecieron voluntariamente, el trono pertenecía a la cofradía marraja y al frente y costados de éste figuraban unos ángeles que fueron encargados por la Junta del Hospital de Caridad. El itinerario seguido por la procesión fue calle de la Caridad, plaza de Risueño, Duque, Cuatro Santos, Cañón, plaza del Ayuntamiento hasta llegar al muelle. De la comitiva sería interminable enumerar todos los colectivos que acompañaron a la Virgen, cincuenta entre cofradías, asociaciones como la de San Vicente de Paúl, los niños y niñas de la Casa de Misericordia, en total unas mil quinientas personas.

Por supuesto todos los balcones estaban engalanados incluso con mantones de Manila, destacando la Casa Maestre, el Casino; el gentío era increíble durante todo el trayecto. Una vez allí, la Virgen se colocó en el lugar previsto, se celebró una misa y llegó el momento cumbre cuando el hermano mayor de la Junta de Gobierno del Hospital de Caridad le quitó la antigua diadema a la Virgen y el prelado de la Diócesis de Cartagena tras bendecirla colocó la nueva y valiosa corona imperial. Valiosa porque era de oro de 18 kilates, pesaba dos kilos y ciento cincuenta gramos, se le calculaba un valor de 165.000 pesetas y había sido fabricada en la Casa Granda de Madrid, la misma que realizó el magnífico trono del Cristo Yacente que procesionan los marrajos el Viernes Santo.

Terminado el acto se inició el recorrido de vuelta por un trayecto diferente que fue calle Mayor, Honda, plaza de San Francisco, Arco de la Caridad y Caridad. Igualmente el número de cartageneros congregado fue impresionante y hasta las tres de la tarde no llegó la Virgen a su templo, entró en él mientras sonaba la Marcha Real y colocada en la puerta las tropas le rindieron honores.

Todo no fueron actos religiosos, también se desarrolló un programa de fiestas llamadas ´Cívicas´ que incluían diferentes actividades. Se celebró una corrida de toros con reses de Pablo Romero en la que el diestro cartagenero Gavira tomó la alternativa, junto con Nicanor Villalta y Fausto Barajas. La Sociedad Económica de Amigos del País organizó un certamen artístico-literario con diferentes categorías incluida la mejor poesía a la Virgen, a los Héroes del Mar, el mejor estudio literario de carácter histórico local, el mejor cuento y la mejor composición musical dedicada a la Virgen. Hubo fútbol con un partido entre el Cartagena F.C. y el conjunto madrileño del Racing, un castillo de fuegos artificiales y una traca en toda la Muralla del Mar, una gran verbena en la calle de la Caridad y batalla de flores en la Alameda de San Antón donde participó lo más granado de la sociedad cartagenera de la época. Por último mencionar que el fotógrafo Casaú vendía postales sobre este evento al precio de 40 céntimos.