El sector del aceite usado no se libra del las prácticas fraudulentas. Así lo ha puesto sobre la mesa un empresario cartagenero que denuncia la existencia de mafias y empresas pirata dentro del mundo del tratamiento y reciclado de aceites y grasas vegetales. José Bueno, propietario de la compañía unionense Jobufer S. L., dirigida mano a mano con su hijo, José Ángel Bueno,y que se dedica al reciclado de estos productos, reivindica que se pongan medidas a respecto y se refuercen las ya existentes.

Según cuenta el propio empresario, a la hora de reciclar, el aceite llega a través de dos vías: la doméstica, que es aquel óleo usado en las casas; y la industrial o HORECA, que se refiere al residuo perteneciente a la industria y la restauración. Una vez que estos aceites son recogidos por empresas con el certificado ISCC (Certificación Internacional de Sostenibilidad del Carbon, en su traducción al castellano), se llevan a plantas dónde son tratados.

Sin embargo, Bueno critica que en diversas ocasiones no acaban en su destino, debibo a la existencia de mafias formadas por extranjeros que acuden a los contenedores colocados en la calle, los rompen y se llevan los productos.

«Una vez que están en su poder los emplean como biodiesel, los meten en máquinas piratas o incluso acaban en piensos de animales que más tarde serán productos alimenticios», denuncia. «Y no sólo terminan en elementos que serán ingeridos por los consumidores, sino que también los usan en cosméticos con los que luego la gente se maquilla o cuida», añade.

La cuestión es que el uso fraudulento puede tener consecuencias nocivas para la salud, como indica el empresario, que además recuerda que las «vacas locas de hace unos años son fruto de ese proceso ilegal». Por todo eso, señala que «el contenedor no tiene futuro» y se plantea dejar atrás esa parte del negocio.

Sin embargo, no todo lo malo es culpa de las mafias. Tal y cómo cuenta Bueno, su propia empresa ha sufrido chantajes por parte de cocineros de ciertos restaurantes con los que tenía un contrato. Aprovechando que el dueño del local no estaba, sus subordinados robaban aceite para negocios ilegales o pedían al empresario favores a cambio de que le entregaran los productos. Incluso llegó a tener un empleado que le sustraía bidones de aceite y los revendía. Situaciones que en ocasiones consiguió solucionar, pero otras no. A pesar de ello, tiene esperanzas de que «se dignifique el mercado».