Una cosa es la teoría y otra la práctica, y eso es lo que les ocurre a un importante número de médicos de familia cuando se tropiezan con un caso de violencia de género en las consultas de Atención Primaria. «Lo habitual es aplicar el protocolo de las víctimas de violencia de género: Valorar en qué situación se encuentra la mujer y si existe un riesgo vital para ella, pero no es suficiente. Los profesionales no se sienten capacitados para enfrentarse a este tipo de situaciones y demandan más formación», explicó ayer a esta Redacción la doctora Rosario Morales López, quien acaba de presentar su tesis titulada 'Actitudes y actuación de los médicos de familia respecto a la violencia de género en la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia», que ha sido elaborada en el departamento de Ciencias Sociosanitarias de la Universidad de Murcia, y que ha obtenido la calificación de sobresaliente cum laude.

Su tesis parte de la necesidad que tienen los médicos de familia de dar respuesta a un grave problema de salud pública que es la violencia de género, en este caso, la violencia en la pareja, cuya naturaleza es compleja y en donde intervienen múltiples factores «ya que está basada en construcciones socioculturales que mantienen las desigualdades de género, dijo. El estudio, que incluye una muestra de 264 médicos de familia de los 828 que, a fecha de 31 de diciembre de 2012, trabajaban en los centros de Atención Primaria del Servicio Murciano de Salud, detecta que el mayor porcentaje de casos se producen en las áreas de Cartagena, Mar Menor y Murcia Este, es decir, las áreas II, VII y VIII de Salud, aunque Morales señala que los datos son sesgados ya que dependen de la memoria del facultativo y el registro con el que se codifican incluye también otros problemas de violencia y relación, argumentó.

Sin embargo, sí insistió en que todos los profesionales demandan la necesidad de disponer de más tiempo para dedicárselo a estos pacientes, «ya que seis minutos no son suficientes y, a lo largo de la jornada laboral hay una serie de cargas burocráticas que restan un tiempo que se podía dedicar a la consulta». Asimismo, señaló que otra de las conclusiones es que los médicos de familia reclaman más recursos para las víctimas de violencia de género, «ya que con la crisis éstos también se han recortado y, aunque al principio, el sistema se vuelca con la víctima, ésta necesita saber que va a poder llevar a cabo las decisiones que adopte».

Asimismo, la doctora destacó que las víctimas «vienen con miedo, se sienten muy vulnerables y culpables y no tienen plena conciencia del problema. Necesitamos desarrollar unas habilidades para saber cómo ayudarlas, al margen de que existen muchos casos en los que la mujer no lo confiesa» y subrayó «el apoyo de los trabajadores sociales de los centros de salud de Atención Primaria».

Los resultados de la tesis de Morales llevan a la conclusión de que los médicos de familia «consideran la violencia de género como un problema social y sanitario y no del ámbito privado de la pareja». La doctora señaló que «muchas veces nos encontramos con pacientes con los que hemos entablado un relación de confianza y resulta que son víctimas de violencia de género y ni lo sospechábamos».

En este sentido, indicó que los médicos «son partidarios de no limitarse a actuar solo cuando hay lesiones sino de estar alerta y preguntar sobre factores de riesgo, con actitudes favorables hacia el cribado de violencia de género en la consulta de Atención Primaria».

Además, la tesis detecta «limitaciones de tipo epidemiológico, ético y asistencia en la historia clínica electrónica de Primaria, lo que dificulta el conocimiento exacto de los casos en el registro y hace necesario establecer un sistema que cumpliendo con todas las normativas legales permita hacer un mejor seguimiento del problema».