Querido alcalde, con el debido respeto: Por si no fuera suficiente con las andanadas que continuamente llegan desde la oposición, ahora son sus propios socios de Gobierno los que vienen a complicar el día a día, y parece que no tienen muy claro dónde debe situarse esa línea imaginaria e infranqueable que limita la responsabilidad política que conllevan determinados comportamientos personales.

Me refiero al caso del concejal socialista de Seguridad Ciudadana, Francisco Aznar, que ha reconocido que en 2010 se hizo una piscina y un cuarto de aperos en su finca de El Palmero cuando la licencia que solicitó al Ayuntamiento no era para ese tipo de obra. Decía Aznar la semana pasada: «Me equivoqué y pagué la multa. He puesto el caso en manos de un técnico, que es el que va a solicitar de nuevo la licencia para regularizar la obra». Esta explicación, insuficiente en mi opinión, parece que ha convencido a su heredera, la vicealcaldesa Ana Belén Castejón, quien asegura que confía plenamente en él y que no tiene intención de pedirle su dimisión. Sin embargo, ahora somos muchos los que ya no confiamos ni en el señor Aznar (al que no tengo el gusto de conocer), ni en los criterios éticos por los que se rige su equipo de Gobierno.

Más bien comparto el comunicado de las agrupaciones socialistas Cartagena Centro Levante y Cartagena Oeste que publicó este periódico el pasado lunes. En él se decía que «alguien que representa a los cartageneros y que forma parte de su Gobierno no puede ni debe haber cometido ninguna infracción que le inhabilita éticamente para exigir a los cartageneros que cumplan las normas municipales».

El documento, que está firmado por los secretarios generales de ambas agrupaciones, va más allá y pide su renuncia: «Lamentamos profundamente la situación personal de Aznar, pero su responsabilidad política y ética le debe llevar a presentar voluntariamente la renuncia a su acta de concejal y su responsabilidad, ya que su situación no es compatible con la ejemplaridad que debe tener como concejal del PSOE».

No dudo de que el señor Aznar tenga «una vida ejemplar tanto en el ámbito de lo privado como de lo público» como asegura la vicealcaldesa (ya he dicho que no lo conozco y por lo tanto no puedo ni corroborar ni contradecir esas palabras), pero cuando uno ocupa un puesto de responsabilidad pública y es remunerado por ello, debe tener muy presente aquella famosa frase que el historiador griego Plutarco atribuía al más famoso de los romanos: «La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo».

Dicho esto, me gustaría trasladarle también mi sorpresa por el protagonismo que está teniendo en este asunto el concejal del Partido Popular, Diego Ortega, que, por decirlo de una manera educada, digamos que no fue especialmente brillante en las delegaciones de Gobierno que ostentó en la anterior corporación (Empleo, Nuevas Tecnologías, Distrito y Deportes).

¿Y el portavoz habitual de los populares, Francisco Espejo? ¿Qué ha sido de él? ¿Es que no quiere aparecer en este momento para que no nos acordemos de la polémica que provocó la construcción de su chalet en Cabo de Palos? Usted mismo apuntó entonces -pronto va a hacer dos años-, desde la soledad de su asiento en el pleno, algunas irregularidades que había detectado al comprobar el expediente de aquella obra.

Una de ellas, si no recuerdo mal, era la tasación de los trabajos que se iban a realizar, por debajo de su coste real, lo que en su opinión significaba escamotearle ingresos al Ayuntamiento, y otra la de iniciar dichas obras sin haber pagado la licencia correspondiente.

Tampoco esto parece muy ejemplarizante, teniendo además en cuenta que el señor Francisco Espejo ostentaba en esos momentos la delegación de la concejalía de Urbanismo del ayuntamiento de Cartagena.