Dentro del repaso que cada cierto tiempo hacemos en esta sección al patrimonio desaparecido de nuestra ciudad, hoy le corresponde el turno al viejo Cuartel de Infantería de Marina. Un edificio de cuya demolición se han cumplido cien años en esta década y del que apenas hay testimonio gráfico. Por eso la panorámica de Cartagena tomada por el fotógrafo francés Jean Laurent hacia 1872, a la que pertenece la imagen ampliada del cuartel, tiene un valor incalculable. Es impresionante cómo destaca la silueta del edificio en la trama urbana.

Por desgracia no hay ninguna obra escrita dedicada íntegramente a este inmueble pero sí menciones aisladas en obras como El Arsenal de Cartagena en el Siglo XVIII de la historiadora cartagenera María Teresa Pérez-Crespo Muñoz. Aunque las conocidas como ´Casas del Rey´ se remontan al Siglo XVI, este inmueble forma parte de una ampliación utilizada para alojar los Cuarteles para los Batallones de Marina y Brigadas Reales. De su diseño en estilo neoclásico se encargó el conocido ingeniero militar Sebastián Feringán, autor y director de grandes obras defensivas en Cartagena. Con una superficie total de ocho mil metros cuadrados, disponía de dos patios interiores rectangulares y sus diecisiete ventanales por planta se asomaban al Arsenal.

Fueron múltiples los hechos e historias que acaecieron en este cuartel pero, por citar algunos, al finalizar la Guerra Cantonal alojó la Inspección Militar de orden público por lo que todo aquel ciudadano que tuviera efectos y armas de guerra debía entregarlos allí. A pesar de que su estado no era el más propicio en 1877 con motivo de la visita del Rey Alfonso XII su fachada fue ornamentada e iluminada para la ocasión. En plan anecdótico y curioso en 1880 en su interior fueron probados los nuevos instrumentos para la banda de música del Tercer Regimiento, que habían sido construidos en Francia y Alemania. En su capilla se celebró una misa en 1891 a la que asistió el entonces ministro de Marina José María Beránger y Ruiz de Apodaca. En sus últimos años de existencia fueron continuos los problemas de desprendimientos y el adjetivo más utilizado para calificarlo era el de ruinoso. Por eso no es extraño que en 1910 el Ayuntamiento solicitara la cesión del cuartel con la intención de hacerlo desaparecer y construir un mercado público, idea que por las condiciones impuestas por las autoridades militares evidentemente no prosperó. Aunque su derribo se acometió pocos años después no sería hasta 1927 cuando el espacio resultante se acondicionaría para jardines de Capitanía, construyéndose el muro y la balaustrada que lo corona. Ya a modo de reflexión decir que el lugar elegido para erigir el monumento en honor a los infantes de Marina no podía ser más acertado, a escasos metros del lugar que ocupó el cuartel que les dio cobijo.