La óptica alemana, situada junto al Gran Hotel, se inauguró el 18 de Julio de 1930 en el número 7 de la plaza de San Sebastián que por aquel entonces se llamaba Plaza de Prefumo. Su propietario Otto Lobig, de origen prusiano y natural de Berlín, antes de inaugurar la óptica fue profesor de alemán en una Academia General de Idiomas situada en el número 17 de la Puerta de Murcia.

Como relojero diplomado estuvo cuatro años en la escuela de relojeros de Flas-Hutte en Sajonia y luego ejerció su especialidad en países como Italia, Suiza, Holanda y Francia. El título completo del señor Lobig era ´Relojero Mecánico Diplomado´ y conseguirlo no resultaba fácil al menos en Alemania.

En el país germano para ser relojero debían ingresar en una academia en donde se dedicaban a la construcción de relojes y al estudio de cálculos del escape del reloj, ajuste y proposición de ruedas, construcción de piezas, siendo precisos conocimientos de Aritmética, Álgebra, Trigonometría, saliendo al terminar como Mecánico Relojero y dos años más tarde como Diplomado.

En el apartado de joyería se dedicaba especialmente a realizar condecoraciones para los ejércitos, de hecho era proveedor de la Cooperativa del Ministerio del Ejército y de una institución que se llamaba ´Real Institución Cooperativa para funcionarios del Estado´. No era extraño en la prensa local ver anuncios de la óptica como este que decía: «Regalad relojes, son recuerdos duraderos y prácticos, gran surtido de relojes despertadores, de pared, de bolsillo y de pulsera, en Relojería Alemana».

En lo personal el señor Lobig se casó con la cartagenera Inocencia Naranjo, pero antes debió de bautizarse pues no profesaba la religión católica. Se fueron a vivir fuera de Cartagena, concretamente a Tenerife, sin duda como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, y regresó a nuestra ciudad en alguna ocasión como el entierro de su suegra en 1946.

Gracias a mi amigo Pablo Braquehais, gran experto en coleccionismo militar, supe que el señor Lobig se dedicó a fabricar un tipo de placas a modo de metopas que se entregaban a los integrantes de la famosa Legión Cóndor. Paradojas de la vida, la aviación de dicha Legión fue la que bombardeó varias veces Cartagena durante la Guerra Civil, ciudad en la que él pasó una parte de su existencia.

Estas placas se entregaron el 6 de Junio de 1939 en una gran parada militar y están muy cotizadas en el mercado del coleccionismo ya que no fueron muchas las que se elaboraron. Tras varios meses de búsqueda por parte de Pablo una de esas placas, que viajó a Alemania y resistió el paso del tiempo, volvió a la ciudad donde fue creada, y así lo atestigua la firma que se puede ver en la parte inferior de la fotografía de la placa que ilustra la historia: Otto B. Lobig Cartagena.

A la vista de lo narrado más de un lector pensará que este súbdito alemán reunía todas las condiciones para ser un espía, y no le faltará razón si deducimos que la relojería podía ser una tapadera para ejercer como tal.

A la memoria de mi cuñada Toñi López