El médico Juan Antonio Cerrada Trullenque falleció el pasado jueves en Cartagena a los 89 años de edad. Nacido en Ferrol el 4 de noviembre de 1926, desde los 14 años vivió en Cartagena y pese a no olvidarse de sus raíces gallegas se sintió como un cartagenero más.

Especializado en cardiología, desarrolló su trabajo en la antigua empresa nacional de Bazán, en la Seguridad Social, en Empetrol y en la Española del Zinc, así como en su consulta privada. Era hermano de la Junta de Gobierno del Santo y Real Hospital de Caridad y, a mediados de los años 60, fue vicepresidente de la asamblea local de Cruz Roja en Cartagena. Junto a otros cardiólogos fue uno de los miembros fundadores de la Sociedad Murciana de Cardiología. Pese a su intensa dedicación a la medicina, aún tuvo tiempo para dedicar algunos años de su vida a la política. Fue primer teniente de alcalde en el ayuntamiento de Cartagena en los años 70 y en Cabo de Palos se le dedicó una calle, la del Doctor Cerrada.

Estaba casado con María Teresa Delgado Manzanares y fue padre de ocho hijos. Fue un hombre ejemplar, como médico y como padre. Su dedicación para sacar a su familia adelante fue plena, igual que para atender a sus pacientes a cualquier hora del día.

De grandes convicciones religiosas, su fe le ayudó a superar en 1988 uno de los duros golpes que le dio la vida de forma inesperada, la pérdida de su hijo Rafael Cerrada en accidente. Con entereza y fortaleza siguió adelante hasta que se jubiló a los 70 años como médico, aunque continuó colaborando con centros privados durante una década más. Era un trabajador incansable que ni siquiera en verano disfrutaba de su mes de vacaciones.

Una de sus aficiones favoritas fue el fútbol, era un forofo acérrimo del Real Madrid. Su padre fue fundador del Naval, club cartagenero con el que también colaboró estrechamente el doctor Cerrada. Era californio y salió en Semana Santa con la cofradía de La Última Cena.

El funeral se celebró ayer en la basílica de la Virgen de Caridad, donde el féretro con sus restos mortales fue portado a hombros por los hermanos de la Junta de Gobierno del Santo y Real Hospital de Caridad. Familiares y amigos llenaron la Caridad para darle el último adiós a un hombre ejemplar que se desvivía por ayudar a sus más allegados y a cualquier persona que necesitara su ayuda. Tras la celebración de la eucaristía fue enterrado en el cementerio de Nuestra Señora de los Remedios.