No recuerdo si era por la mañana o por la tarde, si que hará poco más de un año.

En la sala del 091 de Cartagena se recibe un aviso urgente a través del 112. Una persona les ha llamado, pidiendo ayuda, se encuentra muy mal y la llamada se ha interrumpido, siento imposible recuperar la conexión. Sólo hay un número de teléfono.

Mi compañero se lanza sobre el teclado y lo introduce en la base de datos. ¡Premio! Tenemos una dirección.

- ¿Quién tiene ensanche? - me pregunta, agitado.

- El cinco-cuatro.

Nuestros amigos nos dan el recibido, con el sonido de su sirena ya de fondo. No hay tiempo que perder, hay una vida en juego.

En menos de dos minutos, se rompe el silencio que todos guardábamos para darles preferencia, es Javi.

- Delta2, dígale a la UME que se dé prisa, este hombre tiene dos cortes muy profundos en las muñecas y sangra abundantemente.

La ambulancia está informada, cada segundo cuenta.

Al llegar allí, no pierden el tiempo. La víctima se debate entre la vida y la muerte. Cuando es estabilizado, el médico se les acerca y les comenta: "Menos mal que lo habéis encontrado, cinco minutos más y no lo cuenta".

Este era el día a día de mis compañeros y uno de los últimos servicios que recuerdo de ellos, y ya nadie podrá arrebatármelo. Este era el compañero que hoy despedimos: servicio, dignidad, entrega, lealtad, eran sus valores. Allá donde esté nuestro Javi, seguro que ya tiene listo el uniforme, porque hoy su turno quinto entra de servicio.