Durante el pasado siglo XX nuestra ciudad contó con una gran variedad de bares y restaurantes donde poder degustar los buenos platos de la gastronomía cartagenera. De todos ellos hoy rescatamos del olvido al ´Petit Fornos´, un restaurante que tuvo su primera sede en la calle Honda cuando ésta tenía vida y establecimientos comerciales de todo tipo. Allá por 1909 en la prensa local se podía leer en un anuncio que «para comer bien, con esmerada limpieza y gran economía», no había nada como el ´Petit Fornos´ regentado por José Gimenez.

Desde las 11 de la mañana hasta la una de la madrugada se servían comidas, incluyendo plato del día, y con la opción de comprar abonos desde seis reales. Además de la publicidad en diarios como ´La Mañana´, ese mismo año el restaurante repartía folletos publicitarios en los eventos taurinos que se celebraban en nuestra plaza de toros. Continuando con su historia en 1925 estaba a cargo del mismo Francisco Vilar López, experimentado cocinero que había trabajado en el conocido restaurant ´España´ de la calle Mayor y en el Gran Hotel. Para curiosidad del lector entre los platos del menú podíamos encontrar ternera con guisantes, mondongo a la andaluza, riñones al Jerez, calamares en salsa, guiso de pescado, potaje de habichuelas y almejas a la marinera. Los precios por persona oscilaban entre 0,30 céntimos y una peseta pudiéndose adquirir abonos a domicilio de sesenta comidas a 120 pesetas.

No faltaron actos en los que el servicio de catering fue ofrecido por el ´Petit Fornos´ como el banquete en honor al escenógrafo Francisco del Cid celebrado en el Patronato. Los años treinta van a contemplar el traslado del restaurante al número 13 de la plaza de San Francisco, junto al desaparecido edificio de Correos que no estaba en el emplazamiento actual sino en un lateral de la plaza.

El señor Vilar decidió ampliar el negocio y el verano de 1934 se hizo cargo de la cantina de San Pedro del Mar, balneario muy popular situado junto al barrio de Santa Lucía. Allí ofrecía almejas, dátiles y fiambres de toda clase junto a bebidas surtidas «a precios casi regalados», según rezaba su publicidad, pero tampoco faltaban los michirones cartageneros, los caracoles a la marinera y las patatas a la inglesa.

Además, para facilitar el servicio, los encargos se podían hacer en la sucursal de la plaza de San Francisco de forma permanente. Dos años más tarde el local fue reformado completamente y se hizo cargo de sus fogones Francisco Llamas, quien anteriormente había mostrado sus dotes culinarias en la casa de comidas ´1º de Mayo´.

Cambió el nombre por el de ´Fornos´ y allí continuó su actividad que incluyó cenas como la servida en 1949 a los participantes del campeonato de dominó organizado por el castizo ´Bar Sol´. Y hasta aquí el recuerdo de uno de esos locales que, junto al también desaparecido ´Bar Correo´ dieron vida a la entonces entrañable ´Glorieta´, como la han conocido siempre los cartageneros.