Colecciones encontramos de casi todo: sellos antiguos, monedas de cualquier lugar del mundo, o de cromos de los equipos de fútbol del momento. Pero las que realmente sorprenden son las de ese tipo de objetos de gran valor sentimental y, a veces, económico que llenan cada rincón de nuestras casas. Antonia Escudero siente algo parecido con el asombroso conjunto de rosarios que ha conseguido reunir.

Esta cartagenera del barrio de Los Gabatos decidió el pasado 10 de agosto a sus 67 años sacar de los cajones la gran cantidad de estos adornos que tenía para montar una exposición en la pared de una habitación de su casa con cerca de cuatrocientas piezas religiosas de numerosos lugares. «Todos son diferentes, cada uno tiene su historia y su encanto, cuando empecé realmente a coleccionarlos eran unos 320, ahora estarán en torno a los 340 y 360 rosarios», comenta orgullosa.

Han pasado muchos años desde entonces, pero Antonia aún recuerda uno muy especial: «El primero me lo dieron mis padres cuando hice la Comunión, desde entonces no he podido dejar de coleccionarlos, hay gente que reune estampas o chapas; yo lo hago con mis rosarios», explica. Desde entonces, la casa de esta cartagenera ha permanecido abierta a vecinos, amigos y curiosos que a modo de peregrinaje y gracias en parte al boca a boca de la gente han acudido a lo largo de estos meses e, incluso, han añadido nuevos objetos a la colección.

«Estoy muy ilusionada, me los traen amigos y familiares que se acuerdan de mí en cada viaje así como los propios visitantes que vienen a ver mi exposición», cuenta Escudero.

A su casa han acudido curas, misioneros y monjas de diversas parroquias. Antonia aún recuerda aquella vez en que unas hermanas religiosas le regalaron uno y ella lo perdió. «Me dio mucha pena. Por suerte, al poco se lo pedí de nuevo y me lo volvieron a enviar a mi dirección. Para colmo, otro día rezando en la iglesia me encontré uno que se había extraviado entre los bancos», recuerda con alegría la dueña de los rosarios. Escudero presume de las cerca de cuatrocientas piezas de diferentes partes de España y otras sorprendentes parte del mundo. «Tengo de Lérida, La Palma, Valladolid y distintos lugares del extranjero como Alemania, Kuwait, Cuba y uno del Vaticano en honor al actual Papa Francisco, entre muchos otros, es increíble que todos ellos estén colgando en una de las paredes de mi casa», añade.

La variedad expositiva es tal como sus materiales, a cada cual más fascinante. Antonia posee rosarios de oro, plata, piedras preciosas, bronce, cristal, ganchillo, hechos a mano por un amigo huertano, de cerámica o en miniatura. Uno de los más especiales, sin duda, es el que data de 1840 y le trajeron de Uruguay, el más antiguo de la colección. Ella, sin embargo, prefiere para su uso personal algo más austero, uno de madera de María Auxiliadora que le dieron en la iglesia que se encuentra cerca de su casa.

Colección única en la Región

La propia Escudero pretende divulgar una exposición que, según le cuentan muchos de sus visitantes, es «única en toda la Región». Una singularidad que ha llamado la atención de instituciones de la ciudad e incluso, en su día, del propio Consistorio para su exposición. «Algunos tienen mucho valor sentimental, me han ofrecido exponerla en el centro de la ciudad pero me negué, les tengo mucho cariño y no quiero perderlos», admite la dueña.

El 10 del próximo mes, coincidiendo con el aniversario de su apertura, Escudero echará el cierre a un frenético año de exposición tras haber compartido sus rosarios con la gente de cada rincón del globo. «Quiero descansar después de este tiempo tan especial, ha sido apasionante pero ahora me toca una época de tranquilidad tras un deseo cumplido», confiesa. Antonia contempla una mañana más con la devoción que requiere su colección mientras la luz inunda toda la habitación.