Los 4.100 pasajeros del crucero Anthem of the Seas, que ayer atracó en el Puerto de Cartagena, dejaron a su paso una imagen atípica en las calles del centro de la ciudad. La tercera y última escala en lo que va de 2015 de este barco de la naviera Royal Caribbean empezó pasada por agua.

El buque es el segundo de mayor capacidad de los que hasta ahora han desembarcado en Cartagena. Tan solo le supera en 80 pasajeros más el Quantum of the Seas, que llegó en mayo al muelle también bajo el timón de la firma Royal Caribbean. Pese al lujo y comodidades del interior del barco, muchos turistas desafiaron a la tromba de agua que ayer arreció fuertemente la ciudad sobre las once de la mañana.

Aunque todos acabaron mojados por la lluvia, los recorridos turísticos por los tesoros de la ciudad continuaron su ritmo frenético y no se detuvieron ni un momento las frenéticas visitas guiadas durante el poco más de media hora que estuvo lloviendo. Excepto para resguardarse en algún portal cuando subía la intensidad la tromba de agua.

Pese a todo, los pasajeros del Anthem of The Seas inundaron el centro histórico ataviados con coloridos paraguas y chubasqueros de todo tipo. El centro de la ciudad portuaria fue prácticamente tomado por estos 'valientes' turistas que acostumbrados a la lluvia en sus lugares de origen -la gran mayoría eran de países británicos- fueron los únicos que estaban en ese momento por la calle, salvo algún cartagenero despistado al que sorprendió la lluvia sin paraguas alguno.

Veladores vacíos y llenos

Es habitual que la llegada de uno de estos hoteles flotantes al Puerto conlleve el lleno asegurado de las terrazas de los bares y restaurantes del centro de la ciudad. Sin embargo, ayer se vivió algo distinto, al menos el tiempo que duró el chaparrón.

Y es que la mañana del sábado se podían ver terrazas absolutamente vacías y, otras, como la de la Chocolatería Valor de la Plaza del Ayuntamiento, completamente llenas. La clave estaba en la protección de las mismas. Aquellos hosteleros con veladores mejor preparados para las inclemencias meteorológicas garantizaron el lleno e, incluso, mejoraron su caja gracias a la lluvia. No obstante, algún que otro cliente no se libró de mojarse cuando uno de los camareros trataba de evacuar la gran cantidad de agua que se acumulaban en los toldos.