­«Descubrí el programa Vulcanus cuando hace ya casi ocho años estudiaba cuarto de la ESO. En ese momento, me decidí a aprender japonés». José Carlos Urrea confiesa que le encantan los robots desde siempre, por ello cuando su profesor de tecnología en el instituto le recomendó que estudiase otro idioma aparte del inglés, él eligió el japonés. Desde entonces, se embarcó en una emocionante búsqueda de becas que le llevarán hasta el país del sol naciente y cuna de los avances en tecnología robótica.

Este cartagenero de 23 años, estudiante de Ingeniería Electrónica Industrial y Automática en la UPCT, ha sido uno de los 45 jóvenes elegidos este año por el EU-Japan Centre y la multinacional nipona Hitachi para realizar un año de prácticas en su división de motores eléctricos y marketing en la ciudad de Narashino, a unos 40 kilómetros de la capital. La beca ´Vulcanus in Japan´ se creó en 1997 con el objetivo de ofrecer a los jóvenes estudiantes europeos una oportunidad en el mercado laboral nipón, así como promocionar la cooperación entre empresas europeas y japonesas. Cada año, se selecciona a menos de medio centenar de jóvenes entre todas las carreras de Ciencias y Tecnología a lo largo de todo el continente europeo. El alumno de la Politécnica recibirá una beca de 1.900.000 yenes, unos 13.580 euros, incluido el alojamiento.

Urrea ha conseguido al tercer intento su sueño de viajar a Japón. Con «tenacidad y perseverancia», el joven que antes de terminar el instituto dominaba el inglés «con lo que aprendía en los videojuegos, trasteando el ordenador y viendo películas», emprendió una misión increíble de forma autodidacta, a base de leer cómics en japonés. «Es desesperante. Si no eres constante, es imposible aunque Internet te ayuda muchísimo». Ahora tiene nivel C1 avanzado de inglés y N5 básico de japonés y ha comenzado a estudiar ruso. «En estos primeros cuatro meses en la ciudad, quiero presentar al intermedio de japonés», apunta.

Una oportunidad irrepetible

«Ha sido difícil elegir porque estoy muy contento con el proyecto de MTorres. La idea era incorporarme a la empresa en cuanto terminara, porque tienen mucha carga de trabajo, pero es que no voy a volver a tener una oportunidad así», explica. Tal fue su obsesión con la Vulcanus, que ha llegado a repetir exámenes aprobados para subir nota.

José Carlos viajó a Bruselas hace unas semanas para conocer a los otros 45 afortunados de la beca. Desde hace tres años también administra un foro junto a otro compañero rumano con toda la información sobre el programa Vulcanus. «En el foro he conocido a mucha gente que ha resultado seleccionada en el programa». Muchos de ellos le han deseado suerte para el año siguiente las veces que no resultó seleccionado, «me decían lo increíble que era la experiencia y que no me rindiera». En cuanto a sus profesores, señala que le animaron a seguir intentándolo año tras año mandándole cartas de recomendación y preguntando por el estado de su solicitud, en especial desde el departamento de Relaciones Internacionales, que son los encargados de gestionar la beca.

«Para mi familia también es un sacrificio, pero saben que el premio me abrirá muchas puertas e intentaré ayudarles a pagar algunas facturas», relata el estudiante cartagenero. Mientras, Urrea no olvidará el día que recibió el correo de aceptación. Tampoco la chica que contempló sorprendida como su amigo daba un golpe sobre la mesa y comenzaba a dar saltos de alegría pensando en aquel paraíso de los robots con el que tanto había soñado.