Tras la publicación de algunos medios de comunicación regionales, nacionales y marroquíes de la sentencia del Tribunal Supremo que me deniega el derecho a la obtención de la nacionalidad, he decidido publicar el siguiente artículo en el que expongo mi respeto y oposición a la sentencia al basarse en argumentos inciertos y sin base alguna y por lo tanto, mi consideración de la misma como injusta.

No trataré de analizar aspectos teóricos ni jurídicos del derecho a la adquisición de la nacionalidad española, sino de un caso particular, el mío personal, para ilustrar cuán injustas y sin sentido pueden ser a veces algunas sentencias judiciales.

Me llamo Bahhane Kaddouri, nací en Marruecos hace 43 años, llegué a España hace 17, desde entonces vivo en Cartagena, en la localidad de Los Dolores, he logrado integrarme, trabajar, aprender el idioma, conocer la cultura y la sociedad españolas, y soñar con un futuro próspero en este mi nuevo país. Aquí han nacido mis tres hijos: Ahmed Yassin, de 8 años; Rayhana, de 4; y Yousra, nacida hace un mes, los dos mayores ya escolarizados y uno de ellos con nacionalidad española.

Al cumplir el plazo legal de 10 años de residencia en el país, he decidido, como culminación de mi integración y de mi reconocimiento al país que me ha acogido y ha dado esperanza, solicitar la nacionalidad española en el año 2009, para disfrutar de los mismos derechos que mis conciudadanos y cumplir religiosamente con mis obligaciones de solidaridad y desarrollo, al igual que mis conciudadanos.

Además del retraso típico de la burocracia en estos asuntos, el cual acepto sin problema, pues mi sentimiento de pertenecer a este país no me lo quita el no tener la nacionalidad de derecho, resulta que se me deniega y por razones más que cuestionables, lo que origina en mi persona una sensación de indignación, de falta de reconocimiento, y sobre todo de injusticia.

Las razones esgrimidas por las autoridades son la falta de integración y la pertenencia a dos entidades, una sociocultural y otra religiosa, sospechosas de estar vinculadas al movimiento islamista marroquí ‘Justicia y Caridad’. Y he aquí mi impotencia y mi incomprensión. Me explico.

Respecto a la integración, desde que vivo en España jamás he cometido delito o falta alguna, por leve que sea, trabajo desde entonces y cotizo a la seguridad social, he aprendido el idioma (es cierto que no hablo como Cervantes, pero infinitamente mejor que muchos a quienes sí se les concedió la nacionalidad), respeto la constitución y las leyes vigentes, mantengo excelentes relaciones con mis vecinos, musulmanes y no musulmanes, mis hijos son educados en los centros educativos públicos, les educo sobre los valores de la convivencia y el respeto al prójimo. ¿Qué más falta por hacer para estar integrado? ¿En qué se basa la sentencia denegatoria de mi solicitud? Encuentro este argumento vacío e injusto.

El segundo argumento es la de pertenecer a la directiva de la comunidad islámica de Los Dolores y ser miembro de la asociación ONDA, pantallas de ‘Justicia y Caridad’ según no sé qué informes, que ni ha visto mi abogado, decir que es peor argumento que el anterior. La comunidad religiosa en cuestión es legal y está registrada en el ministro de Justicia, al igual que es legal la asociación ONDA que está registrada en el ministerio del Interior.

Ambas asociaciones son totalmente independientes y no mantienen ninguna relación con ningún movimiento ni organización extranjera, centran su actividad en la educación en los valores del diálogo, la convivencia, la adopción de la cultura autóctona, la participación en la vida social y pública, el diálogo interreligioso, participan en las actividades organizadas por los municipios y ayuntamientos, colaboran con entidades de la sociedad civil en diferentes causas como la convivencia, el banco de alimentos…

Y lo más sorprendente e indignante a este respecto, es que además de la acusación falsa de la vinculación con Justicia y caridad marroquí, mis compañeros en ambas entidades, también de origen marroquí, han solicitado la nacionalidad española, antes y después que yo, y han sido aceptadas y hoy pueden presumir de ser españoles. ¿Cómo se puede entender este agravio comparativo?

Expresando el dolor que produce la sentencia denegatoria de mi solicitud para la obtención de la nacionalidad española, y comprendiendo que el error es humano, me reafirmo en mi compromiso con la sociedad y con el país que me han acogido, mi país y el de nacimiento de mis hijos y donde desarrollarán sus vidas.

Este caso, aunque es personal, no se puede dejar sin dar a conocer, puesto que una injusticia, por mínima que sea, atenta contra el bien común y el Estado de derecho que tanto ha costado conseguir a nuestro país y con el que un servidor se siente comprometido.

Bahhane responde a la sentencia del Tribunal Supremo publicada en este diario el pasado 17 de junio.