La Semana Santa cartagenera vivió en la madrugada de Viernes Santo otro de sus momentos más esperados con la procesión del Encuentro, donde Jesús nazareno, sobre su renovado trono donde predomina la luz de vela de sus faroles y la estudiada flor, miró a los ojos de la Pequeñica, bajo el marco incomparable de un Palacio Aguirre que volvía a abrir sus balcones tras años cerrados para acoger a los familiares del escultor José Capuz, en el cincuenta aniversario de su fallecimiento.

Sin duda, el Encuentro entre la Dolorosa y el Jesús, con el canto de la primera salve de la noche, fue el momento más emotivo de la madrugada, aunque la muestra de devoción marraja comenzó mucho antes. Y es que, la ciudad ha tomado ya por costumbre vivir la noche del Encuentro de una forma peculiar: siguiendo los pasos de Jesús Nazareno desde la pescadería hasta la esquina del Palacio Aguirre -con el paso obligado por Santa Lucía-, para ya dejarlo seguir su camino del Calvario particular para, en penitencia, acompañar a la Virgen, tras el siempre espectacular San Juan, hasta el templo de Santa María de Gracia.

Un recorrido final que nada tuvo que ver con el del pasado año, cuando miles de jóvenes impidieron al cortejo recorrer los metros finales al llegar a la calle Aire. El control policial, durante toda la noche formado por 49 efectivos entre Policía Local y Nacional, permitió al desfile pasear por las calles Cañón y Mayor para recogerse como es costumbre por la calle Aire hasta Santa María de Gracia, donde, en el dintel, como manda la costumbre, se entonó la segunda Salve de la madrugada a la Virgen Dolorosa al término del cortejo marrajo.