La salud no tiene precio y, por eso, no se puede jugar con ella y, mucho menos politizarla. ¿Por qué les digo esto? El cuadro es el siguiente: Cartagena, una ciudad que durante casi dos décadas tuvo un hospital, el Rosell, que acabó por caerse a cachos y quedarse pequeño y en el que además era necesario hacer reformas, ya que el edificio se abrió a principios de los años 70 del siglo pasado. Hubo servicios que se trasladaron al hospital Naval -propiedad de Defensa- y se hicieron obras en las instalaciones del Paseo. Durante esas reformas el personal pudo echar pestes, pero aguantó estóicamente el tipo y el centro siguió funcionando y prestando asistencia a la población y, no sólo a la de Cartagena, sino a la de los municipios de Fuente Álamo, Mazarrón, La Unión y la zona del Mar Menor, ya que ésta era su área de influencia, hasta que soltó lastre al dejar de asumir la zona de San Javier y los municipios de la ribera marmenorense.

Cartagena crecía y hacía falta un hospital más grande que pudiera acoger nuevos servicios y más camas, porque el área sanitaria cada vez tenía que atender a más gente. Hoy en día, sin embargo, el número de tarjetas sanitarias se ha rebajado debido a la fuga de la población flotante que ha emigrado a otras zonas a seguir buscándose las habichuelas.

Tras un rocambolesco episodio en el que primero el propio Ayuntamiento de la ciudad con Pilar Barreiro al frente, proponía ampliar el Rosell utilizando los terrenos del Mundial 82, los médicos hablaron con el entonces consejero de Sanidad, Francisco Marqués, y finalmente, la Comunidad, es decir, el presidente Valcárcel, tomó las riendas y se buscó financiación en los presupuestos regionales para construir el complejo sanitario de Santa Lucía, una infraestructura que las futuras generaciones de cartageneros tendrán que seguir pagando por los préstamos solicitados para asumir tal inversión: cerca de noventa millones de euros, entre construcción y equipamiento. Eso sí, con dos piscinas, pista de atletismo y gimnasios que, de momento, no sirven para nada y restan espacio al objetivo del edificio que no es otro que dar asistencia ´pública´ a los ciudadanos que la financian con sus impuestos y retenciones a la Seguridad Social. Y el cual, según opinan muchos profesionales, «ya nació pequeño».

Este preámbulo es necesario para entender la indignación de la Federación de Vecinos de Cartagena, que lidera, Leandro Sánchez, cuando comprueban que las camas siguen colapsando los pasillos de Urgencias a la primera de cambio cuando en Cartagena ya hay dos hospitales. Uno de última generación, con capacidad para 700 camas, y otro ´superviviente´ con 400 más. Y cuando comprueban que, conforme van pasando los meses, la consejera de Sanidad, María Ángeles Palacios, y el gerente del Servicio Murciano de Salud (SMS) van autorizando el traslado de servicios del Rosell al Santa Lucía, dejando al primero en la actualidad prácticamente como un ambulatorio de consultas externas.

Es época de recortes y Palacios, tiene que seguir la batuta que le marca su compañero de Hacienda, Juan Bernal.

Tras destituir a Manuel Ángel Moreno Valero, el gerente que estrenó el hospital de Santa Lucía y que lo hizo sin que el Rosell dejase de prestar asistencia y con traslados del Naval a los otros dos hospitales, nombra gerente a Jaime Guirao, un médico de

Monteagudo (Murcia), que en los últimos siete años ha hecho guardias en el Reina Sofía. Le encomienda una misión leonina: cumplir con el presupuesto asignado y ni un céntimo más en los tiempos que corren, donde los enfermos exigen porque para eso mantienen el sistema y porque en España hasta la fecha gozamos de una sanidad pública que es la envidia de medio mundo.

Guirao hace los deberes y los cumple a rajatabla. Entra en febrero de este año y en menos de ocho meses destituye a tres jefes de servicio: Manuel Villegas, de Cardiología, Francisco Miras, de Vascular y el último a Carlos Pérez-Crespo, de Urgencias. Pero, un momento, advierten médicos que saben lo que es estudiar y trabajar haciendo guardias al unísono: «Hace 5 años que las plazas de jefes de servicio se conceden ´a dedo´ por el gerente, un cargo de confianza nombrado también ´a dedo´ por el SMS. Y como muy bien dicen los políticos, los cargos públicos tienen fecha de caducidad: igual que se nombran, se destituyen. Hasta entonces, «los jefes de servicio tenían que pasar hasta cuatro concursos para lograr su plaza y cuando los superaban sus nombres se publicaban en el Boletín Oficial del Estado (BOE)», señalan fuentes del sector.

Además, Guirao es el único gerente de la Región de Murcia que ha recortado los conciertos con los concertados bajo el criterio de que el recién estrenado hospital de Santa Lucía está preparado para asumir ese trabajo a un precio mucho más barato que en los privados. «Lo que habrá que ver con luz y taquígrafo son las listas de espera que provoca estas medidas», se defienden los privados.

Con esta última política consigue aún más enemigos, dentro del hospital porque hay muchos médicos del SMS que trabajan en la sanidad privada, y fuera porque los concertados pierden una ´suculenta´ fuente de ingresos fija durante los últimos años. Hasta ahora, Guirao ha hecho los deberes que le ordena su jefe, Alarcón. Sin embargo, muchos apuntan que le pierden las formas, «actitud por la que aún tiene más gente que le tiene ganas», confirman. Esta semana anunció el cierre de la puerta de Urgencias del Rosell un lunes y lo hizo de nuevo junto a su jefe, Alarcón, quien desde entonces no ha bajado el Puerto de la Cadena para dar explicaciones a los sanitarios de Cartagena, que se la están pidiendo a gritos, al igual que los vecinos y los partidos políticos en la oposición.

Pero, ¿cúal ha sido el mayor error de Guirao? Anunciar la destitución del ya exjefe de Urgencias, Pérez Crespo, al día siguiente de revelar lo que todo el mundo ya esperaba: el cierre de la puerta de Urgencias del Rosell. ¿Por qué? Porque lo hace la misma semana en que la Consejería anuncia la reducción de los contratos del personal eventual. Eventual no es un becario ni alguien que se inicia en el mercado laboral. Eventuales son enfermeros que llevan años ´dando el callo´ en el Rosell y después en el Santa Lucía. Además, la propia Consejería ha reconocido esta semana que en Cartagena, casi la mitad de la plantilla sanitaria es personal eventual.

Y por otra parte, ¿por qué los médicos no protestaron cuando Guirao destituyó a Villegas y a Miras? Puede que muchos les tuvieran ganas a algunos de ellos, como de hecho así se dijo en el caso del exjefe de Cardiología. Pero lo cierto es que los médicos se han movilizado con la destitución de Pérez-Crespo, a quien Guirao destituyó esta semana sí, pero es que ya lo hizo la anterior, hasta que el Sindicato Médico habló con Alarcón y éste le enmendó la plana a su gerente de Cartagena obligándole a rectificar, como indicaron fuentes sanitarias.

A los médicos les han amenazado en el bolsillo con reducción de guardias, turnos, despidos, control de horario -lo que hacen los funcionarios de otras administraciones desde hace décadas- y también en su dignidad, no hay que olvidar que trabajan con vidas humanas y eso exige un reciclaje constante. Y ahora, ¿qué hace Valcárcel? Frenar una huelga al echar para atrás la reducción de los eventuales. El gran error del sistema sanitario sigue siendo el mismo: que está politizado.