«Llevamos aguantando a los militares desde hace mucho tiempo, y eso que nosotros estábamos aquí antes que ellos», se lamenta Jerónimo Sánchez, un vecino de Tentegorra mientras contempla que el campo de tiro que creía olvidado para siempre empieza a cobrar vida de nuevo y aún recuerda los sobresaltos que le causaban a él y a los suyos los inesperados disparos y explosiones que provocan los militares durante sus prácticas.

Desde que una de estas prácticas acabaron en un incendio forestal ocasionado por las chispas de un disparo en el monte Roldán en 2008, los infantes de Marina y los artilleros de Tentegorra se quedaron sin un lugar donde probar sus armas y tenían que irse fuera. Ahora, vuelven a acondicionar el campo de tiro para usarlo de nuevo.

Un oficial del Regimiento de Artillería Antiaérea 73 de Tentegorra, responsable de estos terrenos, confirma que están llevando a cabo las obras necesarias para poder usar de nuevo el campo de tiro. De hecho, indicó que ya el año pasado, la empresa Tragsa trabajó en la adecuación de accesos para los bomberos e hizo unos cortafuegos de unos treinta metros de ancho. «Tras el incendio de 2008, hemos mejorado mucho en la prevención para evitar que se repita una situación similar», indicó el militar, quien añadió que han aprovechado unas maniobras que la Unidad Militar de Emergencias ha llevado a cabo en Cartagena para que utilizara su maquinaria para allanar el terreno y dejarlo listo para su uso. «Tenía mucha inclinación y hay que reducirla», comentó.

Este oficial prevé que el campo de tiro estará disponible para después del verano y añadió que, aunque el Regimiento de Tentegorra es la unidad militar que más lo utiliza, también está abierto a las prácticas de Marina, la Academia General del Aire o la Guardia Civil.

Conscientes de que fue el chispazo de una bala lo que originó el incendio en 2008, el portavoz de los artilleros explica que dejarán de usar balas trasadoras, que son las que provocan chispas porque llevan fósforo en el culote y el efecto al dispararlas es como el de una bengala. «Las que se usarán ahora no soltarán chispas. Serán balas de fusil normales, sin riesgo de incendio», apuntó el oficial. «Que utilicen balas que no hacen chispas nos da lo mismo, lo que nos preocupa el es ruido. Los militares tiene que pensar más en la gente que vive aquí», se lamenta Jerónimo, quien además asegura que los militares dejan armamento sin estallar en el campo de tiro. «Recuerdo que en el incendio estallaron un montón que había en el terreno. Parecía un castillo de fuegos artificiales», dice.

El portavoz de los artilleros responde a estas críticas que el campo de tiro está bastante separado de los chalés de los vecinos y que no corren ningún riesgo. Asimismo, aclara que cuentan con las autorizaciones necesarias para acometer la adecuación del campo de tiro, así como con los permisos medioambientales.

Sin embargo, estos argumentos no convencen a los vecinos de la zona. «Aquí vive gente mayor, enfermos y niños pequeños. Gente débil como en todas partes y, es horrible estar tan tranquilo y, de repente, oir un disparo. Ahora, nos volverán a quitar la tranquilidad que teníamos y encima pueden causar otro incendio. Además, todo el terreno está cercado con alambre de pinchos al nivel del suelo y cualquier niño podría herirse», se lamenta Jerónimo.