«Me gusta el calimocho, no lo conocía hasta que vine, prepararlo fue lo que aprendí el primer día que llegué a Cartagena», dice Jhon, un estudiante estadounidense que vive en la ciudad desde septiembre, al igual que muchos otros jóvenes extranjeros que eligieron Cartagena como destino Erasmus. «Sé que la UPCT tiene buena fama, pero vine a España porque adoro el sol que hace aquí», confiesa Pavel, un estudiante de ingeniería de la República Checa.

Hace algunos días, en un apartamento de la calle Gisbert, a eso de las diez de la noche, jóvenes de EEUU, Alemania, Polonia, Inglaterra, Turquía y República Checa, celebraban su oportunidad de conocer la ciudad por todo lo alto. Y es que, en Cartagena, los erasmus hacen sus fiestas en sus pisos alquilados. Aunque los cartageneros no reparen en ellos, estos chicos están ahí, vienen de países con culturas distintas y ven con ojos muy diferentes lo que los ciudadanos de aquí están acostumbrados a ver. «A veces Cartagena me resulta extraña, parece que hay más gente mayor que jóvenes, y los fines de semana son muy aburridos, no abren ni los supermercados», cuenta Brian, un estadounidense de Colorado.

«La ciudad no está mal para los erasmus. Los pisos están baratos para alquilar y ciudades como Valencia, Granada y Madrid están cerca. Lo que no me gusta es el transporte, sale muy caro ir a Cala Cortina en taxi», opina Michal, un estudiante de Polonia. «Mi profesor me recomendó venir a Cartagena porque la universidad de aquí es buena para lo que yo estoy estudiando, pero a veces me aburro y me arrepiento un poco de haber venido», reconoce Sila, una chica Turca que estudia ingeniería de minas.

A pesar de tener que entregar trabajos en la universidad y preparar exámenes, siempre hay tiempo para ´montar´ una fiesta, ya que para los erasmus estos ´eventos´ son una herramienta social que les permite conocer la gente con la que viven, en este caso, los cartageneros. «Las chicas de aquí no beben nada, después de dos cubatas dicen que van borrachas. Estoy segura que nunca han estado en Polonia», dice riéndose Agnieszka, estudiante de telecomunicaciones.

«Hay mucha fiesta, pero el erasmus no es sólo eso. Depende de la persona. Vivir en otro país y descubrir otras costumbres es una experiencia enorme. Haber venido de Erasmus a Cartagena ha sido genial», dice Michal.

Tras los exámenes de junio, los erasmus volverán a sus países, tal y como estaban antes de decidir correr la aventura de vivir en una lejana ciudad llamada Cartagena.