Recorrer la isla africana de Madagascar en bicicleta ha sido la última aventura de este cartagenero de 30 años, bombero del Parque de Cartagena, que empezó a recorrer el mundo a dos ruedas hace dos años.

Antonio Villada estaba cansado de su vida rutinaria como trabajador de una empresa, con un horario estresante, donde se limitaba a trabajar para poder vivir. Harto de esta situación y convencido de que la vida era más que intentar llegar a fin de mes, cambió de profesión y se hizo bombero para tener más tiempo libre y para poder hacer lo que siempre quiso: Viajar y conocer el mundo en solitario, sentirse libre y buscar aventuras y emociones.

«Mi primer viaje por mi cuenta fue hacer el camino de Santiago con la bicicleta y mi cámara de fotos réflex», recuerda el aventurero. Tras ese primer camino en solitario, Antonio Villada decidió liarse la manta a la cabeza e ir a recorrer lugares fuera de Europa. Nepal, Jordania, Tailandia y Madagascar han sido algunos de los destinos que este cartagenero ha explorado para satisfacer sus ansias de aventuras.

Antonio Villada se ha adaptado a la vida de países remotos. Estuvo tres meses recorriendo Madagascar y llegó incluso a poder mantener conversaciones en malgache, el idioma de la zona, lo que le ayudó a poder conocer la cultura de la isla y a las personas que vivían en ella. «La gente de los lugares a los que he ido es muy distinta a la de España y tiene un concepto de la vida diferente, más contemplativa y viven el día a día. He llegado a ver a personas comerse un muslo de pollo, repelarlo y después comerse el hueso porque no sabían cuando volverían a comer», cuenta.

Como si de una novela se tratara, este cartagenero se ha topado con personajes curiosos y carismáticos a lo largo de sus viajes. Uno de estos personajes más recordados por el aventurero es un nepalí que se encontró en su recorrido por el Himalaya. El hombre vivía en una tienda de campaña en la montaña, le ofreció té y huevos duros al cartagenero. Le preguntó cómo era la familia en España y la vida en este país, y le contó que él era feliz viviendo en su tienda, casi al margen del mundo. «Recuerdo que después de abrazar al nepalí para despedirme, oí durante un largo rato sus gritos de 'adiós' 'adiós', y pensé, sólo he conocido a este hombre dos horas y se despide de mí como quien despide a un hermano. Esas cosas no las he visto en España», relata Villada.

Antonio está ahora en Cartagena, pero eso no significa que haya terminado de recorrer el mundo. Su espíritu aventurero y sus ansias de sentirse libre siguen igual de fuertes que cuando empezó sus periplos dos años atrás. «Es como una droga, no se puede dejar», revela. Ya tiene pensado su próxima aventura: Va a recorrer una parte del camino desde Pakistán a China en bicicleta a más de 4.000 metros de altura y otra de 5.500 metros de altura a pie.