El otro día cuadripliqué la tasa de alcohol permitida a la hora de ponerse al volante. Así que pido perdón por mi mal ejemplo. ¡Menuda cogorza! Perdón por provocar un choque con tres vehículos aparcados de madrugada. Los municipales me hicieron la prueba de alcoholemia… En fin. Estoy acusado de un delito contra la seguridad vial. Vuelvo a pedir perdón. Mil perdones si es necesario. Lo siento.
Presté declaración y he quedado en libertad con cargos. Espero la celebración de un juicio rápido para dentro de pocos días. Comprendo perfectamente que la Asociación de Víctimas de Accidentes de Tráfico exprese su estupor. Fui portavoz, director de Comunicación de mi partido y secretario de Estado. Ahora me dedico a parlotear en las tertulias afines a nuestra causa política. La que aplaude todo lo bien que lo hacen el Gobierno y mis colegas.
Sé que he tenido una gran responsabilidad como personaje público y que no puedo dar esta imagen. Afortunadamente, las consecuencias de mis actos podrían haber sido gravísimas pero no lo han sido. Pido y pido disculpas. Las normas de tráfico deben respetarse y cumplirse a rajatabla.
Una infracción de estas características es echar al suelo el trabajo de muchos que luchan en este sentido. Imploro de nuevo el perdón de todos y todas ustedes. Perdón a las tres personas cuyos coches dañé y a la sociedad entera por esta reprochable conducta. Ruego sepan perdonarme, por favor, y permitan que lo diga: no volverá a ocurrir. Muchas gracias.
Y ahora, si me lo permiten, diré lo que nuestro querido jefe de filas dijo en cierta ocasión. '¿Quién te ha dicho a ti las copas que yo tengo o no tengo que beber?' Pues eso. Si bebes, conduce y sé tertuliano. ¡Arriba el vino!