Lo extraordinario se ha vuelto normal. Tanto, que se corre el riesgo de no valorar lo alcanzado, como ha sugerido estos dÃas Vicente del Bosque. España se planta en su tercera final consecutiva, demostrando que su fútbol, al menos en el terreno de juego, es el mejor del mundo.
Se puede discutir sobre el estilo de la selección y si existe una correspondencia ofensiva que equivalga al alto nivel de posesión del que dispone en cada partido, pero lo que está claro es que España tiene un plan: jugar bien y, como consecuencia de ello, ganar. O situarse lo más cerca de ello. El ideario es la posesión, la asociación continua y la magia final de Xavi, Silva o Iniesta. Pero esto no significa que el de España sea el único esquema válido. El que suscribe disfruta también con el fútbol de latigazo continuo de Alemania y lo ha hecho también con algunas ráfagas de Inglaterra, cuando busca la pelota larga y acosa a los defensas hasta hacerlos caer. Esa es la riqueza del fútbol. Que cada equipo emplee sus mejores métodos con el objetivo de vencer y no de especular.
Lo entendió Alemania hace unos años y dio entrada a una generación de fútbol mestizo, joven y despreocupado. Ha seguido el ejemplo Italia, que se ha dado cuenta que se despeñaba por el camino. Y tenÃa coartada para seguir aferrada al pasado. Asà ganó el Mundial de 2006. La que no lo ha cogido es Inglaterra, a la que muchos aficionados y medios reclaman una revolución. Si la hay, ésta deberÃa ir también a un plano mental, porque no se suele ver una selección más presionada por su entorno en los grandes torneos que la de los ‘pross’.
España ya está en la final. De aquà hasta el domingo, volverán los debates sobre la alineación. Sorprendido Del Bosque dando entrada a Negredo, ampliamente superado por la defensa de Portugal. Al técnico no termina de encajarle ningún delantero centro en su libreta. Cesc gana enteros de cara al domingo. Si el barcelonista se alinea en Kiev y España alza la copa, serÃa la culminación de una revolución. La selección más ofensiva y dominadora se adjudicarÃa el torneo sin un ‘9’ puro. Eso sà que serÃa fútbol moderno.