Desconcierto. Yo no sé a ustedes, pero a mà esta semana me ha resultado
desconcertante. Nunca he sabido a qué dÃa estábamos, si era martes o sábado, si era
fiesta ya o habÃa que esperar al dÃa siguiente. Supongo que esta sensación se ha debido a
que no me he ido de puente.
Fascinación. Uno de mis hijos me llama desde Londres: ‘Estamos dando un paseo por
Picadilly’, me dice, y una envidia corrosiva inunda mis meninges. Es que esa ciudad
me encanta y en ella hay referentes apasionantes para mÃ. Por ejemplo, un cuadro, un
retrato, en la National Gallery, ‘El Dogo’, de Bellini, que me fascina. Cada vez que he
ido por allÃ, aunque no haya tenido tiempo para una nueva visita a este museo, siempre
he entrado, me he dirigido a donde está esa obra y me he pasado un rato mirándola,
escudriñando detalles, tratando de entender la mirada cruel e inquisitiva del modelo,
vestido con ricos ropajes que se le despegan, que no son para él, porque él es vulgar y
mala persona. Tiene cara de asesino.
Error de interpretación. Por la calle va un grupo muy animado de mujeres de mediana
edad. Hablan, gritan y rÃen. Una de ellas dice: ‘Ay, que se me habÃa olvidado contaros
una cosa. Ayer, la monitora del gimnasio me dijo que me quitara las bragas’. Una
serie de comentarios de altÃsimo tono, por parte las otras, sobre la identidad sexual de
la monitora, siguen a esta comunicación. ‘Que no, que no, que no era eso. Es que me
dijo que las llevaba muy apretadas y que no era bueno hacer gimnasia con esas gomas
oprimiéndome las venas’, dice la primera.
Barato de verdad. Estuve en Albacete el martes. En todos los bares, (los propietarios
se han puesto de acuerdo) sentado en la terraza, te sirven una caña y una tapa por 1.50
euros, y el aperitivo puede ser una cazuela de gazpacho manchego, un pincho de tortilla
o uno de pan con jamón y tomate, es decir, que con tres aperitivos de esos, comes. Igual
que aquÃ, oiga.
Siempre pagan los mismos. La CAM se ha vendido, bueno, se ha regalado. Ahora, a
cerrar trescientas oficinas y a echar a un montón de gente a la calle. Y los directivos
sueltos por ahÃ, con sus millones. Es absolutamente indignante.
Humo malo. Estoy en la acera, esperando que se ponga verde el semáforo para cruzar.
Pasan autobuses y coches acelerando y largando por el tubo de escape cantidades
ingentes de veneno. Una señora, a mi lado, hace un gesto de desagrado y dice: ‘Tanto
decirnos que no fumemos, ¿a cuántos cigarrillos equivale una bocanada de ese humo
que estamos respirando?’
Saludo amistoso. Un hombre mayor a otro, un vejete con su bastón, con el que se
encuentra en la calle. ‘¡Hombre, Paco!, ¿cómo estás mariconazo?’
Casi listo. ¿Recuerdan que les dije que estaba escribiendo un libro? Pues ya lo estoy
terminando. Ahora voy a mandárselo a un par de amigos, personas de esas que saben de
literatura, para que lo lean y me contesten a varias preguntas. La primera será: ¿Es esto
un libro? Si me responden que sÃ, intentaré publicarlo, aunque buenas están las cosas
ahora para que un escritor de pueblo intente sacar un libro al mercado.
Arriba. Cada dÃa paso por delante de una carnicerÃa que tiene la lista de precios en la
puerta. Ayer vi que han subido el solomillo de ternera 5 euros. Se acerca la Navidad.
No todos. Salimos con unos amigos a tomar una cerveza. Llegamos a una plaza de
Murcia y todas las terrazas están absolutamente abarrotadas de gente. ‘Mira, la crisis’,
le digo a uno de mis acompañantes. ‘No te engañes’, responde, ‘hay mucha gente a la
que le ha tocado quedarse sin nada, pero también hay muchos otros que están igual o
mejor que antes’, y comienza a enumerar: polÃticos, gente de la banca, empresarios que
han cerrado pero han salvado sus patrimonios, ricos de familia, hijos de papá ricos de
familia, etc., etc.
Ventaja. Una mujer a otra en la cola de un puesto del mercado (están hablando de los
maridos jubilados): ‘Mira, ahora con lo del fútbol todos los dÃas en la tele, por lo menos
lo tengo entretenido’.