El todocamino medio de la marca japonesa se actualizó el pasado año con un buen número de mejoras. Para empezar, su exterior ha ganado en presencia con otra parrilla en el frontal, faros más atractivos (según el acabado pueden ser de Led para todas las funciones), unos retrovisores más estilizados, pilotos traseros rediseñados y unas nuevas llantas de hasta 19 pulgadas. En cuanto al confort de marcha y al interior, el fabricante ha aumentado el aislamiento del habitáculo y la anchura de las ventanillas, con lo que se consigue una mayor comodidad.

Los materiales de los revestimientos tienen mejor apariencia, la consola central se ha ensanchado y el freno de estacionamiento ya es por botón. La pantalla de 7 pulgadas que forma parte del sistema multimedia ´MZD Connect´ se controla a través del mando multifunción situado entre los dos asientos, hay más huecos para dejar objetos y los asientos son más cómodos.

El resto de su configuración permanece igual, manteniendo su buen maletero de 463 litros de carga y el espacio en todas las plazas. Más cambios que no se ven, pero que son palpables al conducir, son las modificaciones en los esquemas de suspensiones para mejorar el guiado y la comodidad a bordo. También se pueden añadir varios elementos de seguridad y asistencia que al final detallamos.

En cuanto a la gama mecánica, el Mazda CX-5 está disponible con tres motores de gasolina (dos 2,0 l. con 160 y 165 CV y un 2.5 de 192 CV) y dos diésel (un 2,2 l. con 150 y 175 CV). Los motores se asocian a cajas manuales o automáticas y también puede sumar la tracción total en función de la mecánica. Nosotros contamos con una unidad de gasóleo con la potencia equilibrada de 150 CV, caja manual de seis relaciones y tracción sencilla a las ruedas delanteras.

En marcha, el motor diésel de 2,2 litros y cuatro cilindros suena muy refinado, con un nivel de vibraciones más contenido que muchos diésel ´premium´. Eso, unido al mayor material insonorizante, hace que el silencio de marcha sea destacable. La respuesta es realmente buena y llama la atención su amplio rango de uso, pues sube de vueltas con rapidez y, lo más importante, con fuerza, por encima de las 5.000 revoluciones.

Se agradece que Mazda sea uno de los pocos fabricantes que no ha seguido la tendencia del ´downsizing´ (disminuir la cilindrada del motor para contener el consumo y las emisiones, supliendo esa rebaja a base de presiones más altas de inyección y turbos de mayor soplado), por eso nos encontramos con un propulsor con poder para su rango de potencia (recordamos que rinde 150 CV) y con esa buena respuesta. Encima han sabido hacerlo bien, porque en absoluto gasta menos que sus contrincantes de menos cilindrada por sus 4,6 litros de media.

El tacto del cambio manual de seis relaciones es estupendo, por actuación y recorridos, y nos ha gustado el escalonamiento, muy adecuado para sacarle el mayor partido al excelente motor. La caja automática (también de seis marchas) cuesta 2.000 euros más. La tracción va a las ruedas delanteras, y, dado en enfoque rutero del vehículo, no echamos en falta más motricidad (con la caja manual y la tracción total sube unos 3.000 euros). Incluso con esta configuración podemos atrevernos a salir al campo siempre que las pistas no estén muy rotas.

En ese sentido ayuda la altura libre al suelo de la carrocería (18,6 centímetros). Hay varios niveles de equipamiento para el Mazda CX-5: Style, Style+, Black Tech Edition y Luxury. De serie monta un listado bastante completo y puede sumar muchos elementos de ayuda a la conducción, como el avisador de salida de carril, la alerta por tráfico trasero cruzado, la detección de objetos en el ángulo muerto, el detector de fatiga o el asistente a la frenada de emergencia.

El precio de esta excelente opción, dentro del segmento de los ´SUV´ de medianas dimensiones, arranca en los 28.375 euros para este motor diésel de 150 CV.